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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Algunos conocían la lengua española por haber navegado en bricks de Saint-Malo y Saint-Nazaire, yendo á los puertos de Argentina, Chile y Perú. Los que no podían entender las palabras del cocinero las adivinaban á través de sus gesticulaciones.
Sacóle de sus meditaciones la ronca voz del capitán, que dominando el tumulto de los elementos, le gritó: Mal gesto tenéis, señor caballero, y no me extraña, que yo mismo con haber navegado desde la infancia, no recuerdo haber visto nunca promesa tan segura de una tempestad deshecha. Mal día y peor noche nos esperan.
¡Lúzaro! exclamó el viejo . Yo he conocido a alguien de Lúzaro. ¡Ah, sí! añadió, llevándose la mano a la frente . El piloto de El Dragón ... Tristán, Tristán de Ugarte. Tristán de Ugarte era el nombre con que el médico de Elguea había extendido la partida de defunción de mi tío, y El Dragón el nombre del barco en donde había navegado Juan de Aguirre, según me contó Francisco Iriberri.
Juntos habían acogido con un mutismo de altivez a los que subieron en Lisboa, sospechosos intrusos para la tranquilidad de los primeros ocupantes; y así habían navegado hasta Tenerife. Pero ahora empezaba el verdadero viaje: la vida común lejos de toda tierra, sin que un nuevo chorro de extraños pudiese turbar la paz del convento flotante, y todos se sentían unidos por repentina fraternidad.
El capitán, según entonces nos confesó, nunca había navegado más que por la costa de Vizcaya, ni conocía la altura en que nos hallábamos, ni, lo que era peor, el modo de averiguarlo: así fué que, encomendándonos á Dios, pusimos la popa al viento, trincamos el timón, y á los siete días de tormenta nos colamos de noche en un boquete que al capitán se le antojó Santoña; mas al preguntar, cuando amaneció, al patrón de un patache que teníamos al costado, en dónde nos hallábamos, supimos que en Castropol.
Mucho confiaba en su criterio y en su autoridad para imponerlo á los pilotos, pues lo mismo que él podían apreciar la velocidad de las carabelas por rutina, y mejor debían de conocer las propiedades de barcos de su pertenencia en que antes habrían navegado.
Todo lo demas, que está de la banda del sur y del oeste, en marea llena, parece un golfo todo lleno de agua; pero en bajamar queda todo en seco: y así, habiendo navegado cosa de tres leguas hasta medio dia, y bajando á este tiempo la marea, se quedaron en seco.
Los mares del Extremo Oriente eran los menos frecuentados por Ulises. Sólo dos veces había navegado hacia los puertos chinos y nipones, pero conocía lo suficiente para mantener la conversación con este viajero que mostraba en sus gustos cierto refinamiento de artista.
Á su retorno era la envidia de los humanistas, no por lo que había navegado, ni por lo que había visto, ni por lo que le habían engordado los puños y crecido las barbas, ni por el ruido sordo que al andar producía con las botas de agua, sino porque traía la picadura de la Habana á granel en los bolsillos del chaquetón, y para hacer un cigarro derramaba en el suelo tabaco para otros dos.
En otros tiempos Van-Stael, que gozaba fama de valiente hombre de mar, había navegado por su cuenta y en nave propia, dedicándose a la pesca del trépang; pero a los cuarenta años, cuando ya se creía suficientemente rico para acabar su vida entre comodidades en alguna ciudad del Extremo Oriente, tuvo la desgracia de arruinarse.
Palabra del Dia
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