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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Tal era la situacion de Venezuela al perderse en la inmensidad de los tiempos el siglo último, siglo que, al engendrar un Napoleon y un Washington, hizo participe de una chispa de su génio revolucionario al hombre que mas tarde habia de merecer el glorioso nombre de Libertador de su pais, y cuyos altos hechos vendrian á inmortalizar el cincel, el bronce y la pluma.
Por lo pronto, asistimos al curioso espectáculo de que un antiguo profesor de Universidad sea el árbitro de la tierra.... ¡Qué diría Napoleón si viese esto noventa y cuatro anos después de su muerte! Toledo asentía dolorosamente. Sí; sus tiempos habían pasado.
Esta consideración ponía los pelos de punta. ¿Sucumbiría España? ¿No le reservaba Dios la gloria de dar el primer golpe en el pedestal del tirano de Europa?... No, no es posible asistir indiferente al espectáculo de tan sublime esfuerzo, ¡oh patria!; pero te confieso que yo rabiaba por conocer al autor de aquella tercera carta que tenía en mi mano, y cuando sin desatender a tu admirable heroísmo miré la firma y vi el nombre de Román, segundo mayordomo de mi inolvidable ama; cuando consideré que aquel papel contendría revelaciones importantes, me dominó de tal modo la curiosidad, que por un instante desapareciste de mi espíritu, ¡oh hermoso rincón de tierra, destinado más de una vez a ser equilibrio del mundo! ¡Adiós, España; adiós, Napoleón; adiós, guerra; adiós, batalla de Bailén!
Esa ciudad, célebre por los sucesos de Carlos IV y Napoleón en 1808, tan fecundos en inmensos resultados, no llama la atención por ningún primor artístico, sino por su aspecto de bienestar y elegancia, de vitalidad comercial y fusión social.
Sí, venero á Napoleon bajo este arco, bajo este mausoleo de su ceniza histórica, como no puede menos de venerarse la memoria de los Faraones tiranos en presencia de las pirámides egipcias.
Los príncipes de Mónaco, feudatarios de Francia, vivían después en Versalles, haciendo oficio de cortesanos ó sirviendo en los ejércitos del rey. La Revolución los perseguía, como á todos los monarcas, guillotinando á una hermosa dama de la familia. Napoleón los había tenido como edecanes un su séquito militar, y la larga paz del siglo XIX les hacía volver á instalarse en su exiguo principado.
En los palacios reales pasan las mismas cosas que en otra casa cualquiera, y a veces peores. Napoleón, por ejemplo, el único emperador por derecho propio, que pasó los Alpes, los Pirineos, la Selva Negra, las montañas austríacas y rusas, no hubiera podido pasar un túnel. Si entonces hubiesen existido túneles.
El interior corresponde á la que anuncia su gallarda presencia de fuera, y participa tambien del gusto poco cristiano de su fachada. En el cuadro del altar mayor aparece Napoleon, á quien nosotros no teniamos noticia de que se hubiera canonizado: bien es verdad que tambien le hemos visto en Milan, coronando una de las elegantes agujas de su magnífica catedral.
A las diez de la mañana de ayer salimos de Milly para Changrenon, donde vamos a pasar el día con los señores Rambuteau, nuestros vecinos. La señorita de Rambuteau es hermosísima, y bien quisiera yo que mis hijas se le pareciesen. Esta joven es aquella célebre Madame de Mesgrigny, tan admirada por su belleza en la corte de Napoleón.
No vale mucho por dentro ni por fuera aquel vasto edificio; pero contiene pormenores preciosos y recuerdos interesantes..... Entre los pormenores, citaré los bustos de medio relieve de Berruguete, que adornan el patio interior, y, entre los recuerdos, el haberse alojado allí Napoleón el Grande cuando vino á nuestra tierra á empequeñecerse.
Palabra del Dia
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