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Actualizado: 1 de junio de 2025
Y estos muros se hinchan en redondas tumefacciones, se desconchan en grandes claros, dejan caer sobre los colgadizos de las puertas una costra de tierra donde crece el musgo... Yo vivo muy alto; aparto los visillos y veo abajo, sobre la piedra gris de la portada, la mancha húmeda y verdosa.
Llegaron a un claro lleno de verdor y acribillado por las flechas de oro del ardiente astro. Un majestuoso círculo de hayas gigantescas, que formaba una especie de barrera, los protegía contra toda sorpresa. Raúl se detuvo junto a un banco de musgo y dijo: Estamos en lugar seguro.
Antes de salvarlo por un puentecillo de madera, Tristán propuso apearse y descansar un poco. Clara se resistió débilmente; era ya tarde; deseaba llegar a casa antes que regresasen de la estación sus hermanos. Pero cedió al fin por complacerle. ¿Un ratito nada más, verdad? Cinco minutos echando por largo. El agua bajaba brincando entre rocas manchadas de musgo.
La primera aparición del invierno, ocurrida mientras dormimos, tiene algo de sorprendente: los viejos abetos, las rocas, cubiertas de musgo, que la víspera se adornaban de verdor y que ahora centellean llenas de escarcha, producen en el alma una tristeza indefinible. «Ha pasado otro año nos decimos , y otra vez tenemos que sufrir los rigores del tiempo antes que vuelva la primavera.» Y nos apresuramos a vestir la recia hopalanda y a encender el fuego.
Así pasan los días en mi obscuro retiro, desterrado del mundo donde un tiempo viví; de mi rara fortuna la providencia admiro: ¡guijarro abandonado que al musgo sólo aspiro para ocultar a todos el mundo que hay en mí!
Esta aldea no está separada de aquella en que he visto a Eulalia más que por una colina en la que crecen diferentes árboles y atravesada por innúmeros senderos. Sea predilección, sea casualidad, mis solitarios ensueños me conducen siempre a una linda explanada tapizada de fresco musgo y sobre las que robustos arcos forman una bóveda sombría y rumorosa.
Alargó y estiró sus miembros cascados y volvió a hundir en las almohadas su rostro gastado y amarillento, salpicado de ásperos vellos blancos, cual un viejo granito por el musgo de Islandia. Pero la costumbre, esa ama imperiosa que, durante tantos años, fuera indispensable o no, lo había sacado de su cama antes del amanecer, no le permitió descansar ni aun entonces.
El camino que llevaba a la plantación de tabaco del viejo, partía de una heredad de los Ohandos y pasaba por un foso de la Ciudadela. Abriendo una puerta vieja y carcomida que había en este foso, por unos escalones cubiertos de musgo, se llegaba al rincón de Tellagorri.
La fecunda naturaleza ha ocultado con su verde envoltura las roturas de la madera; sobre los viejos pedazos esponjosos, un bosquecillo de musgo vegeta como un grupo de palmeras sobre un islote del océano. El trozo de raíz se reviste, despojado de su corteza, de un mundo de plantas alegres y verdosas.
Miguel, colocándose á sus espaldas, vió que tenía una manga casi suelta, dejando ver la blanca carne del brazo y la deliciosa oquedad de la axila con su fino musgo. Se arrepintió de su violencia, de sus maneras, que rompían al acariciar, como las de un marinero ebrio. Otra vez se apiadó Alicia de su confusión infantil. No vale la pena.
Palabra del Dia
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