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Actualizado: 25 de julio de 2025
Quizás influyeran en los ánimos las alegres casas del pueblo de Pasig, las copitas de Jerez que habían tomado para prepararse ó acaso la perspectiva de un buen almuerzo; sea una cosa ú otra el caso es que reían y bromeaban incluso el franciscano flaco, aunque sin hacer mucho ruido: sus risas parecían muecas de moribundo. ¡Malos tiempos, malos tiempos! decía riendo el P. Sibyla.
El barón no es tan expedito: toma su copa, la sube a la altura de los ojos y hace frente ella una serie de muecas a cual más horrorosa; después la toca con el borde de los labios, vuelve a las muecas, vuelve a tocarla; por fin, después de largos ensayos y vacilaciones, se decide a apurarla.
Y así diciendo, dejando a Catur, se acercó al doctor, haciendo las muecas y visajes más picarescos.
No podía mirar a cualquier parte sin que me llamasen con la mano o los labios, haciéndome alguna vez muecas groseras y obscenas. A duras penas el miedo del inspector y la maestra las retenía. Si me fijaba en alguna más linda que las otras al instante me clavaba sus grandes ojos fieros y burlones, diciendo en voz alta: Atención, niñas, que ese señor viene por mí.
Aquel día vino á darles la respuesta definitiva: sobre el precio no hubo disputas. Cuando Coletilla se marchó el abate se preparó á tomar la palabra: hizo mil muecas, sacando á la superficie de su cara todo su repertorio de sonrisas. No seremos indiscretos en decir, anticipándonos á la declaración expresa del mismo don Gil, que iba á invitar á las tres damas para una fiesta religiosa.
Así, pongo por caso, cuando los evangelistas van escribiendo en unas tablillas lo que pasa y unos judíos tunantes vienen por detrás haciendo muchas muecas y contorsiones y les roban los estilos, los evangelistas, resignados y tristes, abren entonces los brazos y se ponen en cruz. Las trompetas resuenan otra vez para dar el pasillo por terminado.
Pronunciadas estas palabras, le fue preciso a don Jorge toda su energía para impedir que estallase la risa del tío Billy, que aún así hubo de retirarse a la hondonada para recobrar la formalidad. Allí confió el chiste a los altos pinos, golpeándose repetidas veces los muslos con las manos, entre las muecas, contorsiones y blasfemias que en él eran tan comunes.
Desde Lyón, la familia, andando siempre, se trasladó á París. Allí la niña también bailó por las calles y cantaba esas tonadillas alegres, canciones de bohemia que parecen flotar sobre los caminos como un perfume rústico y que los nómadas aprenden nadie sabe dónde. Su voz de contralto y las graciosas muecas y arrumacos de su rostro atraían á la gente.
¿Aún te ríes, hijo de perra? ¡Mardito seas, guasón! ¡Mardita la vaca que te parió y el ladrón de tu amo que te dio hierba en la dehesa! ¡Ojalá esté en presidio!... ¿Aún te ríes? ¿aún me haces muecas? A impulsos de su rabia, tendió el busto sobre la mesa, avanzando los brazos y abriendo los cajones. Después se irguió, levantando una mano hacia el cornudo testuz.
Por el camino, Ben-Tovit refirió a Samuel, sin omitir detalles, cómo había tenido dolor de muelas, cómo sintió al principio la molestia en el lado derecho de la mandíbula, cómo se había despertado al amanecer, atacado, súbitamente, de un dolor insoportable. Para dar una idea más exacta de sus sufrimientos, hacía muecas, cerraba los ojos, balanceaba la cabeza y gemía.
Palabra del Dia
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