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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Tres veces le dio en su palacio la vuelta a la cama de su mujer y de su hijo, como si fuera un altar, y sollozó: y sintió como que el corazón se le moría en el pecho. Pero se fue, en lo oscuro de la noche, al monte, a pensar en la vida, que tenía tanta pena, a vivir sin deseos y sin mancha, a decir sus pensamientos a los que se los querían oír, a pedir limosna para los pobres, como el monje.

Escarmienta en el caso del monje Teófilo, cuya historia nos refirió el poeta Berceo, y escarmienta en otros casos de algunos sujetos que ya se remozaron con el auxilio del demonio y no disparates como ellos disparataron.

Por esto, algo debió observar que no fuera de su agrado ni le pareciera conveniente, cuando se negó á dar licencia para órdenes, á un monje llamado don Pedro Pavón, el cual de contínuo demostraba cuántos y grandes eran los deseos que de verse con tales licencias tenía.

Y luego se casó, y quería mucho a su mujer y a su hijo; pero una tarde que salió en su carro de perlas y plata a pasear, vio a un viejo pobre, vestido de harapos, y volvió del paseo triste: y otra tarde vio a un moribundo, y no quiso pasear más: y otra tarde vio a un muerto, y su tristeza fue ya mucha: y otra vio a un monje que pedía limosnas, y el corazón le dijo que no debía andar en carro de plata y de perlas, sino pensar en la vida, que tenía tantas penas, y vivir solo, donde se pudiera pensar, y pedir limosna para los infelices, como el monje.

Visítanla en la prisión la Verdad, el Consuelo y la Salud: los mensajeros, que envía á Dulcelirio, regresan trayendo respuestas evasivas; pero no tarda éste en presentarse, y disfrazado de monje la confiesa, convenciéndose así de su inocencia, por cuya razón la defiende, y vence á su calumniador.

Aquí no soy el señor Salvi fue la réplica tranquila del monje. Me conocen como fray Antonio de Arezzó, o, más breve, fray Antonio. El nombre de Salvi me lo dio el pobre Blair, que no quiso introducir entre sus amigos mundanos a un monje capuchino. En cuanto al origen de su fortuna, creo que conozco la verdad. Entonces ¡dígamela, dígamela! grité lleno de ansiedad.

Puede ser que nos el hilo para saber quiénes son esas personas que han conspirado con tanto éxito contra él. De nuevo el monje volvió hacia sus penetrantes ojos obscuros, esos ojos que en las tenues tinieblas de San Frediano parecían tan llenos de fuego y también de misterio. No contestó, en un tono duro y decisivo. No tengo permiso para decir nada.

Otras veces, por el contrario, su ánimo daba un vuelco repentino, al recordar, ante aquel aniquilamiento de todos los afanes del hombre bajo una piedra roída, las palabras de su madre y del monje franciscano sobre la vanidad y la ambición. Pensaba entonces que él mismo no era sino un fuego fatuo escapado de aquellos huesos ancestrales y destinado a vagar un instante en la noche del mundo.

No contestó el gran monje, hablando en inglés; según el cardenal Sannini, Su Santidad, después de la paz con Italia, se lo regaló como prueba de consideración, y teniendo en cuenta también que, con la ocupación de Roma por las tropas italianas, sería difícil, sin excitar grandes sospechas, volver a traer al tesoro del Vaticano la gran colección de joyas.

De pronto salimos a un gran espacio abierto cuyas dimensiones no pudimos calcular a la débil luz de aquella pobre linterna. Estas cavernas se dilatan millas explicó el monje. Las galerías corren en todas direcciones y van directamente a parar debajo de la ciudad de Lucca y hacia el Arno. Jamás han sido exploradas. ¡Escuchen!

Palabra del Dia

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