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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Por un instante, hombre y bestia formaron una sola masa, y así marcharon juntos algunos pasos, sin poder distinguirse quién era el vencedor: el hombre con un brazo y parte del cuerpo metido entre los dos cuernos; la bestia bajando la cabeza y pugnando por atrapar con sus defensas el monigote de oro y colores, que parecía escurrirse.
De la parte trasera del carro surgió, como un monigote del fondo de una caja, una cabeza de viejo, con el cuello del chaquetón rozando las orejas y un gorro de pelo encasquetado hasta los hombros. Era una cara mofletuda y roja, con una vaguedad en los ojos rayana en la estupidez.
Que es lo que se quería demostrar, Florián amigo, y lo que yo me tenía muy sabido; que eres un monigote y no un nombre. Roger y Florián se rieron de buena gana y el primero se sentó junto á los polemistas. Ahí va un arenque, compañero, dijo Florián; pero antes de participar de nuestra espléndida hospitalidad, tenemos que imponeros ciertas condiciones.
Abajo, un pequeño patio con pavimento de losas húmedas, como si cayese en ellas con frecuencia un chaparrón de cubos de agua. Sobre las losas, un monigote de abultado tronco y brazos y piernas delgados, esqueléticos, contraídos por grotesca actitud.
En el caballete de Currita, sobre el cuadro mismo que estaba pintando, colocó Paquito con sumo cuidado su obra maestra... Luego, riéndose como ángeles del cielo, con la agitación de las grandes expectaciones, con la candorosa confianza en el más santo de los cariños, corrieron presurosos a ocultarse entre los innumerables cachivaches, debajo de una papelera antigua de acero, ocultos por un gran tapiz, que tenía unas figuras muy largas, muy secas, muy feas: las tres Parcas... Veíase desde allí el caballete, destacándose en medio el monigote, y los dos niños, muy agazapados, muy juntitos, apretándose el uno contra el otro, contemplaban su obra.
Movíase el toro como irritado ante un obstáculo, llevando enganchado de uno de sus cuernos un envoltorio de ropas semejante a un monigote. Con los violentos cabezazos el informe paquete se soltó del cuerno, expeliendo un chorro rojo, pero antes de llegar al suelo fue alcanzado por el asta opuesta, que a su vez lo zarandeó largo rato.
Mientras hablaba el hermano, el doctor, mirando el monigote de cera, tendido en la colchoneta, pensaba en el hombre sombrío, en el vasco de carácter complicado, que llenó el mundo con su nombre, siendo cada período de su vida una contradicción violenta. Primero, el soldado presuntuoso y elegante, martirizando y amputando su cuerpo por parecer bello, y perder la rudeza propia de su país.
«Vaya con el monigote pensó la duquesa . Eso no se me había ocurrido a mí. ¿Que no te admitirán? Te admitirán, o yo no soy Beatriz Valdedulla.» Avisó que no desenganchasen el coche, y se hizo conducir al palacio episcopal. Al llegar la duquesa a la portalada, salía el Padre Alesón. «Esos mastuerzos se me han adelantado.»
Huélgome por vuesa merced de haberme convencido personalmente de la falsedad de un aviso que recibí ayer, que a haberlo encontrado real, juro cierto que no habría reparado en hopalandas ni tonsuras para amarrar a vuesa merced y darle una zurribanda de que guardara memoria en los días de su vida; que mientras yo empuñe la vara, ningún monigote me ha de resollar gordo.
Una pobre mujer con una muñeca en la mano discutía con el vendedor, mientras su hija se agarraba a sus faldas pugnando por tocar el desnudo monigote, que tenía la cara ennegrecida y una de las piernas quemada. ¡Dámela... la quedo! lloriqueaba la pequeña con balbuceo infantil. Pero la madre dejó la muñeca en el suelo. ¡Si piden tres perros, hija!... Eso es sólo pa los ricos.
Palabra del Dia
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