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Y cuando sonó la hora, esa hora misteriosa del cuadrante de la eternidad, otro ilustre moribundo, el general Serrano, anunció en Madrid, a cuantos rodeaban su lecho: ¡El rey acaba de morir en el palacio de El Pardo!

Después había allí la Catedral. ¡Qué a mis anchas me encontraba en su gran nave obscura, tan sonora, por la que corrían ruidos que no se pueden expresar, bajo aquella bóveda alta y misteriosa y entre aquellos severos pilares por los que parecía que circulaban los ángeles!

Adriana se acercó a la mesa y escribió su nombre al pie del acta, con la naturalidad de quien pone su firma al terminar una carta. Muñoz, en cambio, tomó la pluma temblando, y no pudo ocultar su emoción en aquel instante que ataba para siempre a la suya la misteriosa existencia de Adriana. Ella, terminada la ceremonia, llenó de licor varias copitas y sirvió ante todo a los empleados del Registro.

Después fue distribuyendo por los bolsillos de su traje las cucharas y los otros objetos. La inmensa decepción que le había hecho sufrir la cándida avaricia de su abuela trocábase en compasivo regocijo al ver el cuidado con que envolvía el resto de sus baratijas. Ya has visto el tesoro siguió diciendo la vieja con voz misteriosa . eres el único que lo conoce. Cuidado con hablar.

Después sobresalían sobre ellas, á una enorme distancia, en pleno riñón de Vizcaya, los gigantes del país, el Mañaría y el Gorbea, y entre los dos, como una giba inaccesible, cubierta de nieve, la Peña de Amboto, misteriosa y legendaria, en la que se desarrollaban los cuentos más tenebrosos de la imaginación vasca.

Si lo que él decía era verdaderamente cierto, entonces en la muerte de Burton Blair se encerraba un secreto de los más extraordinarios, reflejo fiel del de su extraña, romántica y misteriosa vida; secreto que era inescrutable, pero absolutamente sin igual.

Pero sobre los hombros de la figura negra, había una cabeza blanca con sus correspondientes cabellos rubios. Era, pues, un hombre lo que la duquesa había tomado por una aparición del otro mundo. ¡Chists! ¡no gritéis, mi buena doña Juana! dijo aquel hombre poniéndose un dedo sobre los labios ; ¿no veis que vengo solo y de una manera misteriosa?

Como el buen hombre va á recogerse, lleva en la mano el candil, y héos aquí la luz misteriosa que salia á una misma hora, y desaparecia en breve, coincidiendo con el fuego, y haciendo casi pasar por ladrones á quienes solo trataban de guardarse de ladrones. ¿Qué debia hacer en tal caso un buen pensador? Hélo aquí.

Chinto salía cuando entraba Ana, que se había ido a su casa a dormir. Venía muy misteriosa, como el que trae nuevas estupendas.

La Pipaón no la trataba ya con tanta altivez, aunque cuidando siempre de establecer la diferencia que existe entre una señora honrada y una mujer de conducta misteriosa y equívoca.