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Actualizado: 27 de junio de 2025


Fray Antonio, su amigo ignorado, había sido indudablemente el más íntimo y de mayor confianza. ¿Por qué razón nos había ocultado a todos, hasta a la misma Mabel, esta extraña y misteriosa amistad? Miré fijamente la severa cara del monje italiano, tostada por el sol, y traté de penetrar el misterio escrito en ella, pero fue en vano.

Ella es la que hace sonar las viejas campanas con una solemne armonía orquestal: las campanas magníficas de voces de oro, que tienen un alma antigua y misteriosa, cantan el poema de las vidas que empiezan, de las vidas que acaban, de la alegría y del dolor de los hombres.

El anciano Rogerio accedió fácilmente, y continuó su vigilancia médica, haciendo cuanto podía en beneficio del ministro, con la mayor buena fe, pero saliendo siempre de la habitación del paciente, después de una entrevista facultativa, con una sonrisa misteriosa y extraña en los labios.

Sólo vivía de noche, a la luz de las baterías escénicas, acompañada en sus pasos y lamentos por la música misteriosa que surgía del abismo orquestal.

Ocurriole a Maximiliano salir detrás de ella para ver dónde iba. Era la manera especial suya de hacer la corte. En su espíritu soñador existía la vaga creencia de que aquellos seguimientos entrañaban una comunicación misteriosa, quizás magnética.

No era ya para ella el indiferente que había creído; las lágrimas que brotaban poco antes de los ojos del joven, María Teresa las sentía caer una a una en su corazón, y las menores inflexiones de la voz lenta y baja de Juan dirigiéndose a ella, semejante a la del sacerdote ante el altar, surgían en su memoria como música misteriosa.

Mas el mundo, poeta no veia De tu génio la excelsa potestad: Como luz encerrada en vaso opaco Que llena el interior de claridad, Sin que perciba el ojo indiferente La misteriosa lumbre que allí está, Así resplandecia tu alma pura Bajo el opaco cráneo del mortal.

Su condición de señor creaba una misteriosa desconfianza en la gente rústica, que no podía explicarse su permanencia en el aislamiento de una torre. Febrer quedó solo.

Ahora no veía en nada de aquello lado alguno ridículo. ¡Oh, la Iglesia era sabia! ¡Conocía el corazón humano y cuáles eran los momentos grandes de la vida! ¡Era tan solemne el nacer, el tomar un nombre en la comedia azarosa de la vida! ¡El bautizo hacía pensar en el porvenir, en una síntesis misteriosa, de punzante curiosidad, de anhelante y temerosa comezón de penetrar el porvenir!

Nada de esto se escondió entonces á la natural perspicacia del joven, y pudo muy bien confirmarse en su sospecha al recordar algunas palabras de su tío, su conducta misteriosa é incomprensible. Llegó á la plazuela de Afligidos cerca de las once. Si aquella noche había reunión, ya todos debían estar dentro. La plaza estaba desierta.

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