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SANCHO. No me dilates, señor, Tanto bien; mis ansias mira, Y que desde aquí a mañana Puede un pequeño accidente Quitarme el bien que presente La posesión tiene llana. Si sabios dicen verdades, Bien dijo aquel que decía Que era el sol el que traía Al mundo las novedades. ¿Qué yo lo que traerá Del otro mundo mañana? D. TELL. ¡Qué condición tan villana! ¡Qué puesto en su gusto está!

No hacía más que dar vueltas en torno mío y tirarme cuanto podía de la lengua, a fin de cerciorarse de la verdad del caso, o por ventura para meter su naricita en mis negocios y satisfacer el inmoderado afán de dar consejos que la atormentaba. Como no tenía gran interés en ocultar la derrota, pues ya se había disipado en parte la vergüenza que me produjera, concluí por confesarlo todo.

Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual... No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros.

Apenas llegó a mis manos para el permiso de imprimirse este papel de la Fe Triunfante, cuando gustoso en el principio de las bien traídas noticias de su introducción, me fuí cebando de manera que sin advertir encontré con el fin.

Sesenta y dos voluntarios de San Roque y Caridad, armados de Remington y Maüser, organizados por los españoles, se presentaron al día siguiente, poniéndose incondicionalmente á mis órdenes.

Esta sola consideracion basta, para que se solicite por todos títulos que se desamparen dichos establecimientos, que por el tratado estan espresamente prohibidos á nuestros fronterizos: y supuesto esto, me detendré un poco en explicar mis ideas, fundadas en los conocimientos geográficos, que hacen ver que no puede el Rey oponerse á los progresos portugueses de dichas minas sino por los esfuerzos de esta provincia.

Llegada la media noche se levantó Hullin y, dirigiéndose a los novios, dijo: Tendréis robustos hijos; yo haré que salten en mis rodillas, les enseñaré mis antiguas canciones y después iré a reunirme con los que fueron.

No, no; ya estoy harto de pedacitos de carne frita. Espero un poco; uno de los perros continúa ladrando; el otro restriega discretamente su trompa sobre mis pantalones. Espero otro poco. Y luego me levanto y examino en la pared una estampa piadosa. Entretanto el galgo ha puesto los pies sobre la mesa y va devorando el resto de la carne... Me canso de esperar y llamo a la huéspeda.

Porque ya no era yo la pobre muchacha ignorante que andaba descalza por la playa, entregada al primero que encontraba al paso, abandonada á misma; había formado otra concepto del mundo; estaba en una casa rica; proveían mis deseos numerosos criados; vestía ostentosamente; iba á todas partes y á todas partes en litera ó carroza; la buena doña María me amaba y no había sospechado nunca de la verdad de la historia que la habíamos contado su sobrino y yo.

Mientras mis ojos miran con asombro el cuadro deslumbrante de aquel suelo, el espíritu observa tristemente que esa grandeza no es más que una mortaja tropical. Así, Colombia se refugia en las alturas, lejos, muy lejos del mar y de la Europa, tras los riscos escarpados que dificultan el acceso y trata de hacer allí su centro de civilización.