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Observaciones preliminares de don Marcelino Menéndez y Pelayo en la edición de las Obras de Lope de Vega publicada por la Real Academia Española, t. XI, páginas XXX-XLI. En mis tiernos años.

Las dos mujeres, arrodilladas al pie del hogar y cubiertas las cabezas, ponen más altos sus ayes. Alzaos del suelo y atended a mis huéspedes. Dadles a todos de comer y beber. Vosotros entrad calentaos al amor de la lumbre. ANDREÍ

Hoy, con sus cincuenta años y los cabellos grises, me parece más encantadora que nunca. Mi madre vive ya constantemente en nuestra casa de Izarte. Le gusta estar siempre en la cocina hablando con las muchachas y con mis hijas, echando leña al fuego y murmurando contra mi mujer.

19 Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas estaban delante de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta oriental de la Casa del SE

Mis antiguos estudios en alquimia, dijo por vía de observación, y mi residencia de más de un año entre un pueblo muy versado en las propiedades de las hierbas, han hecho de un médico mejor que muchos que se han graduado. Oye, mujer, la niña es tuya, no tiene nada mío, ni reconocerá mi voz ni mi rostro como los de un padre. Adminístrale por lo tanto esta poción con tus propias manos.

Los únicos viajes que nunca me cautivaron fueron los del atildado alumno del insoportable Mentor, y todavía confieso á V. que no he podido reconciliarme con el célebre y para empalagoso libro del Sr. Fenelon. Pero vinieron los años y con ellos los trabajos; comencé á vagar y disipáronse naturalmente mis ilusiones de viajero.

Mis ahorros se convirtieron en una casita en las afueras, y los vecinos apreciaban a don Nicomedes, un señor simpático empleado en la Audiencia.

Los billetes que, sin saber cómo, a mis manos venían, eran infinitos, llenos de enamoradas razones y ofrecimientos, con menos letras que promesas y juramentos.

¡La noche bate sus negras alas en el cementerio de los vivos...! Abstraído en mis profundas reflexiones, no he notado que la luz artificial ha sustituído á la luz del día. ¡Suena la oración! Recemos por los que fueron... Las anteriores líneas, ¿cuándo han sido escritas?

Me colocaron en segundo lugar; pero como, según he dicho, no eran ésas mis inclinaciones, no hice gestión ninguna en Madrid para que se me eligiese dispensándome de la edad. »Esta era mi situación a principios de 1860, cuando apenas había cumplido veintidós años.