Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 12 de junio de 2025
Muy bien; él apreciaba también mucho á los escoceses. Y después de esto, como si solicitase la admiración del gringo, habló de sus hazañas y del respeto medroso con que le miraban todos. Lo sé, lo sé dijo el extranjero. Había oído hablar mucho del cabo don Morales, y su asombro era sincero, aunque algo molesto para el héroe.
Los chulillos le miraban atentamente, prontos a ejecutar sus órdenes. El matador escogió el lugar que más le convenía; después, indicándolo a su cuadrilla: ¡Aquí! les gritó. Los chulos corrieron hacia el toro para incitarle, y el toro persiguiéndolos vino a encontrarse frente a frente con Pepe Vera, que le aguardaba a pie firme. Aquel era el instante solemne de la corrida.
«¿Quién pesca ahora a ese condenado? Hay una reja que no le dejará internarse. Ha de estar a cuatro o cinco varas de la boca». Miraban todos y no le veían. Un guardia civil arriesgó las botas, acercándose a la boca. Llevaba fusil. «Allí está gritó . Le veo los ojos». El guardia distinguía dos luceros en la obscuridad. Desde allí Pecado atisbaba a sus perseguidores con cierta serenidad provocativa.
Como si el agotamiento que causaba el hambre no hubiera bastado a colmar la medida de tanta miseria, aquellos desgraciados no abrían la boca sino para acusarse y amenazarse mutuamente. ¡No me toquéis! gritaba Hexe-Baizel con voz desgarradora a los que la miraban ; ¡no me miréis, porque os muerdo!
Los mostrencos aquellos se miraban unos a otros riéndose y haciendo burla de mí, y me dijeron que venía equivocado, que era hija de un general de las tropas de don Carlos. ¡Hija de un general, ¿se entera usted? ¡Por vía de los moros! ¿Puede darse más descarada embustera?, ¡decir que el tío Pedro es un general, ¡el tío Pedro, que ni ha servido al rey!
Todas le miraban por la escalera abajo, y por el patio adelante, y por el portal afuera, haciendo unos gestos tales que parecía el mismo demonio persignándose.
Me indicó una butaca desocupada a su lado, y por no parecer grosero, me senté. La belleza «en colosal» y llamativa de la dama había traído hacia aquel sitio a algunos pollastres, que la miraban fijamente.
Sentía inexplicable miedo de las miradas de la gente, y aunque pocos o ninguno la conocían, figurábase que la conocían todos, y que de cada boca salía un comentario acerca de ella. Por desgracia, asunto no faltaba. Pero si la miraban los hombres, era para admirarla, y si cuchicheaban luego, rara vez decían algo fundado en un conocimiento verdadero de la realidad.
Se miraban con asombro los oyentes, cual si les deslumbrasen estas palabras. Dudaban un momento, como asustados, y después la fe del creyente iluminaba sus rostros... ¡Es verdad! decía el campanero con voz sombría.
Las viejas labradoras la miraban, unas con curiosidad y otras con odio, a través de las asas de sus enormes cestas y de los fardos que descansaban sobre sus rodillas, con todas las compras hechas en Valencia. Los hombres, mascullando la tagarnina, lanzábanla ojeadas de ardoroso deseo. En todos los extremos del vagón hablábase de ella relatando su historia.
Palabra del Dia
Otros Mirando