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Actualizado: 27 de junio de 2025
Tocante á eso, no es porque sean míos; pero, como dijo el otro.... Vamos, que son dos perlas. Como que los he criao yo en casa repone su marido; y éste que se llama Galán, es hijo de la Leona, y este otro, Cachorro, de la Gallarda, dos vacas que, mejorando lo presente, son dos soles.
Y las dulzuras y los requiebros que te ha dicho en voz baja, pues por el gesto y el ademán y el brillo de los ojos se mostraba que te los decía, ¿son sueños míos también? No; no son sueños. ¿Cómo negarte que D. Jaime me ha requebrado? Sus palabras expresaban estimación, denotaban ingenio cortesano, estaban llenas de lisonja, pero no había en ellas un átomo de sentimiento. Ni podía haberle.
Si plebeyo, cualquiera de estos tres escuderos míos, aunque de noble cuna, se dará por bien servido con castigar vuestra audacia. El desconocido los miró airado y soltando el puño de la espada comenzó á desenvolver apresuradamente el paquete que sobre el arzón llevaba.
¡Qué pena, hermanos míos! ¡qué dolor! Estamos en plena Revolución; es decir, como Job en el basurero, llenos de toda suciedad. ¡Aquí es el rechinar de dientes y crujir de huesos!
O la balsamina continuó respirando apenas . Así, pues, padres míos, absolvedme por anticipado, porque es por la salvación de todos, sobre todo por los de abajo; y van ustedes a ver, mis reverendos, cómo la punta de un cuchillo persuade mejor que las más elocuentes palabras.
¡Ah, pesia tal -replicó Sancho-, señor nuestro amo! No soy yo ahora el que ensarta refranes, que también a vuestra merced se le caen de la boca de dos en dos mejor que a mí, sino que debe de haber entre los míos y los suyos esta diferencia: que los de vuestra merced vendrán a tiempo y los míos a deshora; pero, en efecto, todos son refranes.
Esto todo será que yo prosiga mi viaje, no con aquel contento con que le comencé, sino con toda melancolía y tristeza. ¡Oh buen hermano mío, y quién supiera agora dónde estabas; que yo te fuera a buscar y a librar de tus trabajos, aunque fuera a costa de los míos! ¡Oh, quién llevara nuevas a nuestro viejo padre de que tenías vida, aunque estuvieras en las mazmorras más escondidas de Berbería; que de allí te sacaran sus riquezas, las de mi hermano y las mías! ¡Oh Zoraida hermosa y liberal, quién pudiera pagar el bien que a un hermano hiciste!; ¡quién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y a las bodas, que tanto gusto a todos nos dieran!
Luego, cuando ya estoy saturado de espumas, de olas, de gemidos del viento, subo por la Cuesta de los Perros hasta lo alto de las dunas, y avanzo por entre los maizales. Allá está la aldea tranquila donde vivo, allá están los míos. Voy acercándome a mi casa; la familia, en estos días de invierno reunida en la cocina, delante del fuego del hogar, me espera.
En cuanto a mí, encontré entonces por primera vez la ocasión de mostrar a los míos que ya no era una criatura y que mi voluntad tenía algún valor, aun cuando se tratara de cosas serias.
Y en voz alta: Y alguna garantía me han de dar ustedes también... digo, me parece que.... ¡Toma! los estudios. Escoja los que quiera.» Echando en redondo una mirada pericial, Torquemada explanó su pensamiento en esta forma: «Bueno, amigos míos: voy á decirles una cosa que les va á dejar turulatos.
Palabra del Dia
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