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12 Los gentiles se despierten, y suban al valle de Josafat; porque allí me sentaré para juzgar a todos los gentiles de alrededor. 13 Echad la hoz, porque la mies está ya madura. 14 Muchos pueblos se [juntarán en] el valle del cortamiento; porque cercano [está] el día del SE

Aquí y allá, a lo largo de los caminos, la recua o el rebaño levantan grandes nubes de polvo, cual si fueran ejércitos. Torvo reflejo mineral flotaba sobre el Valle de Amblés. El paisaje era aún más austero bajo aquella claridad implacable. Comenzaba la trilla. La mies rebrillaba en las eras. Los labriegos tenían que turnarse sin cesar para ir a beber a la sombra de los carros.

Y cuando por las mañanas, al romper el día, le robaban el sueño el cencerreo del ganado que salía al pasto, los silbidos de los criados, las seguidillas de las mozas que iban á la mies, el toque al alba, los ladridos del perro, el cacareo de las gallinas y los relinchos del caballo, lejos de incomodarse, bendecía en sus adentros el instante en que se le ocurrió trocar el agitado torbellino de pasiones de la corte por el obscuro rincón de la vivienda de los Seturas.

Y se cree un sér grande porque siente afectos que orgulloso diviniza, cuando acaso los miente. ¡Amor de patria! dice, imaginando que es privilegio la atraccion sagrada que hace al ave viajera amar á la enramada donde elevó su voz por vez primera, donde pasó el estío, donde vuelve á anidar la primavera. ¡Razon! exclama con acento grave, y áun blanquean al sol en la llanura las osamentas de cien mil soldados que asesinó su bárbara locura; el paso de la fiera muchedumbre áun destroza la miés de la campiña, y cadáveres mil ensangrentados alimentan las aves de rapiña. ¡Arte!... Tal vez tan sólo ese deseo es en él verdadero y grande y puro... Tal vez... Mas, ese mismo sentimiento, ¿no es acaso el altivo desvarío de hallar de Dios el ignorado asiento, adivinar su imágen escondida, sorprender su existencia en un momento, y robarle el secreto de la vida?

Consolóse, empero, con la esperanza de recoger el año siguiente aquella mies, mas aun esta esperanza se le desvaneció también dentro de poco, porque una tropa de mercaderes europeos de la profesión que arriba dije, dió de improviso sobre tres de sus Rancherías, donde destrozados los principales y hecho notable estrago en todos los adultos, hasta llegar á quemarlos vivos en sus casas cuando no querían rendirse, las destruyeron totalmente, llevando por esclavos á toda la chusma de niños y mujeres, de que buena parte pereció en el camino, rendida á los trabajos y malos tratamientos de aquellos bárbaros vencedores.

Algo habría también de su alma en las espigas del trigo, en las amapolas que goteaban de rojo los flancos de oro de la mies, en los pájaros que cantaban al amanecer cuando el rebaño humano iba hacia el tajo, en los matorrales del monte, sobre los cuales revoloteaban los insectos asustados por las carreras de las yeguas y los bufidos de los toros.

En lo moderno, al contrario, las obras de literatura están como la mies en la era, sin que nadie haya separado aún el grano de la paja, ni lo que ha de ser alimento agradable y sano de la semilla desabrida o de la cizaña, que, en vez de deleitar y de nutrir, embriaga y causa vahídos.

El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve. Los dos primeros volaron a poco de nacidos. De tiempo en tiempo se moría uno, ya crecidito, y se aclaraban las filas. En no qué año, se murieron tres con intervalo de cuatro meses. Los que rebasaron de los diez años, se iban criando regularmente. He dicho que eran nueve.

Y que cuando aquéllas razones no les conveciesen para desistir de la empresa, advirtiese y supiese que el clima era sobremanera nocivo á la complexión de los extraños, y que padeciendo casi todos los años contagio aquellos pueblos, no le perdonarían á él. Que por tanto enderezase sus designios á otra mies y escogiese otro campo que correspondiese el cultivo con fruto más digno de sus fatigas.

Gentilidad, cristiandad, feudalismo, renacimiento, arte moderno, todo está allí, como están los haces de miés en una era, desde Júpiter hasta Childeberto, desde Childeberto hasta Mauricio de Sully, desde Mauricio de Sully hasta San Luis, desde San Luis hasta el actual Napoleon. No perdiéndose Nuestra Señora de Paris, no se pierde una gran parte de la historia y del arte de Francia.