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Actualizado: 29 de junio de 2025


4 y los metí en la Casa del SE

Me metí en un negocio que no entiendo, y como no tengo carácter, todos se han aprovechado de mi pavisosería para explotarme. Al principio, muy bien; la mar salada y sus arenas... Yo recibía el género, venían las señoras y se lo llevaban como la espuma. Como que era todo de lo mejor, y nada caro por cierto.

Y como al presente nadie estuviese sino él y yo solos, como me vi con apetito goloso, habiéndome puesto dentro el sabroso olor de la longaniza, del cual solamente sabía que había de gozar, no mirando qué me podría suceder, pospuesto todo el temor por cumplir con el deseo, en tanto que el ciego sacaba de la bolsa el dinero, saqué la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo en el asador, el cual mi amo, dándome el dinero para el vino, tomó y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendo asar al que de ser cocido por sus deméritos había escapado.

Me metí en la cama respetando tu ausencia, tu sueño o lo que fuere; dormí como un lirón, y por la mañana me despertó el piar de los gorriones, cosa que me produjo la ilusión de que estaba aún en el campo; así, que abrí los ojos creyendo ver el verdor, las flores y los pájaros y me quedé sorprendido cuando me encontré, con que desde mi cuarto vi todo eso.

¡Quia!, no señora... Vea usted, la tengo de sobra. Al contrario, creo que si no me desahogo, me quedo seca. Estaba yo anoche, que no cabía en . Me era tan preciso vengarme como el respirar y el comer. Pues verá usted... después de darle una bofetada que debió de oírse en Tetuán, le pegué un achuchón con la llave, y la descalabré... después metí mano a las greñas...

A pesar del cansancio que sentía, permanecí no corto espacio de tiempo en la soledad de aquella galería, perdido en mis pensamientos, y con un leve zumbar de oídos, oía el silencio, que sólo interrumpía, de vez en cuando, el ladrar de un perro en el «real» no lejano. Por fin me metí entre sábanas, dejando la ventana abierta, y en seguida quedé dormido.

Me quité el sombrero ante el ilustre y orgulloso sucesor de la casa de los Delfines y de la barraca del Sena, me metí en el coche: al arco de la Estrella, grité al cochero, y á los quince ó veinte minutos me encontraba bajo esta pirámide colosal, bajo este enorme catafalco. Pero me olvidaba de una coincidencia que me hirió de un modo muy raro.

Apresuré el paso y me metí en mi casa... Muy bien hecho, muy bien hecho... Pero aguárdese usted dijo Fortunata que ya no estaba exaltada, sino en un grado de humildad lastimosa, y su tono era el de los penitentes muy afligidos, que no pueden con el peso de sus culpas . Aún falta lo mejor.

Pignorate me dijo que iba a meter a un muchacho en la cárcel, pero ya verás como no lo consienten sus padres. Vamos, qué tenéis una sociedad para prestar a menores y luego... lo arreglan sus familias. Así, tan crudo... no; pero el que quiera dinero para vicios que lo pague... ¿Y después? Me metí en el Congreso. Tenía que votar con el gobierno, por pura disciplina, una gran picardía.

Cuando llegó la hora de acostarse, fuime hacia el cuarto, me desnudé y me metí en la cama. Poco después de estar allí, cuando aún no me había dormido, llegó el intruso. Fingí que dormía para no saludarle. A la mañana siguiente levanteme temprano y fui a misa, según costumbre.

Palabra del Dia

rigoleto

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