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Actualizado: 13 de junio de 2025


La particular virtud que tienen las cantáridas de irse á la vexiga: la de la tarántula de hacer baylar: la de algunos hombres á quienes el gusto del melon hace vomitar, y otras muchas cosas á este modo, son singularidades, que alcanza la observacion, y ninguna Lógica puede reducir á reglas.

Este español le dijo, "á de caballero hijodalgo, no solo cinco caballos atados á las ramas del rábano, sino que comí de él, y lo hallé muy tierno." Con este motivo le habló tambien de un melon del mismo valle de Ica, que pesaba cuatro arrobas y tres libras, y del que se tomó y testimonio ante escribano!

Esta vez Bebé no va solo a París, porque él no quiere hacer nada solo, como el hombre del melón, sino con un primito suyo que no tiene madre.

Castro se volvió hacia él y le contempló unos momentos entre irritado y sorprendido. Tornando luego la vista al espejo, dijo con calma despreciativa: Querido Manolo; eres un melón de gran tamaño. Estoy seguro de que si heredases ahora a tu tía, entregarías la herencia a la Amparito para que la engullese como ha hecho con la de tus papás. Manolo se enfureció al oir esto.

Entonces no había más guerra civil que los famosos bandos y parcialidades de chorizos y polacos. No se sospechaba siquiera que podía haber más derecho que el de tirar varias cáscaras de melón a un morcillero, y el de acompañar la silla de manos de la Rita Luna, de vuelta a su casa desde el teatro, lloviendo dulces sobre ella.

La primera de estas obras descritas todas cuidadosamente por Aureliano de Beruete , representa una vieja puesta de perfil y cubierta en parte la cabeza por una cofia blanca, que es la nota más clara del cuadro; tiene en la mano derecha una cuchara de palo, en la izquierda un huevo: ante ella se ve una mesa con utensilios de cocina, y a su derecha un muchacho que se le acerca trayendo en la izquierda una botella y sujetando con la derecha contra el cuerpo un melón enorme.

Y vinieron por último, y según vulgarmente se dice, con este melón se llenó el serón, Currito el Guapo, acompañado de Rosita la estanquera, su linda hermana. No había ni vinieron más convidados, porque el alcalde quiso que su tertulia fuese aquella noche de lo más íntimo, selecto y cremoso que en el lugar podía imaginarse.

Pero esta noche Bebé está muy serio, y no da volteretas como todas las noches, ni se le cuelga del cuello a su mamá para que no se vaya, ni le dice a Luisa, a la francesita, que le cuente el cuento del gran comelón que se murió solo y se comió un melón. Bebé cierra los ojos; pero no está dormido. Bebé está pensando.

Construía para ella los más maravillosos juguetes, recortaba de zanahorias y de nabos las más sorprendentes flores y figuras, hacía de pepitas de melón, gallinas como naturales, construía abanicos y cometas, y era singularmente diestro en cortar para las muñecas fastuosos vestidos de papel.

Sobre la mesa aparecían las doradas naranjas de terso cutis, el panquemado de Alberique, con miga porosa, la corteza obscura y barnizada y el vértice nevado, y las bandejas de dulce seco, confitería indígena, sólida y empalagosa: peras verdosas con la dureza del azúcar petrificado, limoncillos de las monjas de Sagunto, trozos de melón, yemas envueltas en rizados moñetes de papel, todo destilando azúcar y atrayendo a los insectos que revoloteaban en torno de la luz.

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