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Actualizado: 10 de junio de 2025


Si el proyecto de la Condesa de Husson marcha bien, he aquí algo que compensará mis pérdidas en Ascot pensó juiciosamente. Este rubí sentará deliciosamente en la mano de miss Maud. Haré rehacer el engaste con algunos brillantes; un anillo más relumbrante se armonizará mejor con su género de belleza.

Era la bestia adormilada en la soledad, que se encabritaba al husmear el perfume de Maud; la pureza forzosa por falta de ocasión, que se retorcía fieramente ante la curva tentadora, el largo contacto de las manos o las blancas suculencias enfundadas en seda negra o seda gris exhibiéndose tentadoras entre las faldas recogidas al remontar una escalera con voluntario descuido.

El recuerdo de miss Maud Watkinson hizo recordar a Huberto que estaba invitado para la mañana siguiente a una partida de sport en que ella debía encontrarse en casa de los Brimont, en Compiegne.

Ya no era el mismo que de todo corazón lanzaba sobre el papel los apasionados juramentos de la pareja wagneriana. «Alejados el uno del otro, ¿quién nos separará?...» Estas palabras hacían levantarse en su recuerdo, como testimonio de infidelidad, varias figuras de mujer: Maud, Mina, aquella Nélida que rondaba por cerca de él, que asomaba a la ventana inmediata su rostro insolente y le hacía señas con los ojos, con los labios, para que saliese cuanto antes.

No podía achacar este cambio de humor a una decepción sufrida por Maud. No; eso no. Lo afirmaba él, orgulloso de su poderío varonil.

Hasta creyó sentir en el puño una ligera crispación de la mano de Maud, un movimiento tal vez inconsciente, un leve roce despertador que se ensanchaba en ondas de emoción hasta los extremos de su organismo, y unas veces le hacía caminar como si volase y otras parecía clavarle en el suelo.

Sorege se volvió hacia miss Maud y dijo con imperturbable audacia: He prometido á usted pruebas, miss Harvey, y suceda lo que quiera, se las daré. Saludó á Julio Harvey con un movimiento de cabeza y mirando despreciativamente á Tragomer, á Marenval y á Jacobo, dijo en tono altanero: ¡Nos veremos, señores! No se lo deseo á usted, dijo Marenval con desdén.

Miss Maud se resignó á acompañar á su padre, pero quería llevarse con ella á las señoras de Freneuse y á Jacobo. El proceso, decía, que consagrará la inocencia de su hijo de usted, no será resuelto hasta dentro de algunos meses. ¿Qué van ustedes á hacer hasta entonces?

El peso de la multitud indiferente gravita a toda hora sobre la triste prisión de aquel espíritu, y los cascos de los caballos que pasan parecen empeñarse en estampar sobre él un sello de oprobio. Los días se suceden con lentitud inexorable. La aspiración de Maud consistiría en hundirse más adentro, mucho más adentro de la tierra.

Acaso la resistencia opuesta por Harvey á aquel proyecto de enlace excitó á miss Maud á encontrar á Sorege más aceptable. Nunca mostró tanta prisa por casarse que al volver su prometido. Hasta entonces sus relaciones con Sorege no habían sido para el mundo más que una coquetería sin importancia, pero al volver á París el conde fué declarado futuro marido.

Palabra del Dia

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