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Actualizado: 10 de julio de 2025


Caminaron todos hacia la terraza del café para presenciar la ceremonia del bautismo femenil. Mrs. Lowe, con el instinto de solidaridad que hace adivinar a toda mujer el instante oportuno de ayudar a una amiga, permaneció agarrada de un brazo de Maud, interponiéndose entre ella y Fernando.

Usted me presentará á ellas, ¿verdad? Jacobo respondió: . En la escalera se detuvo Marenval y dijo con aire malicioso: ¿Sabe usted lo que pienso, Cristián? Que miss Maud está á punto de enamorarse de nuestro amigo. Esa americanita es novelesca como una alemana... Y no le disgustaría hacerse francesa. Sorege salió de casa de Harvey temblando de furor.

¿Pero hay que estar loco, miss Maud, para agradar á usted? No es justo sermonear á Tragomer por mi causa. ¿Por qué exigirle una sublimidad de que yo no le doy el ejemplo? Esta noche está usted de humor regañón, y en este caso aquí estoy yo para servir de blanco. Pero, por favor, que se salven los transeuntes. Miss Harvey se echó á reir.

También decía, hablando de ella. Mi hija sabe gastar el dinero. El yanqui quería decir con esto que Maud sabía ser pródiga cuando las circunstancias lo exigían, y económica en la vida diaria: Hacía un año que se había instalado con ella en Francia y se aburría soberanamente, pues no comprendía las minucias y las delicadezas de la vida parisiense.

Con una reacción enérgica de su orgullo, salió Fernando de este desaliento. Había que ser hombre y aceptar los sucesos, sin exagerar su importancia. Una simple aventura de viaje, que iba a quedar ignorada; Maud procuraría que lo ocurrido no saliese del misterio.

Italia y España están á su disposición... Las mujeres de teatro saben disfrazarse y engañan al mundo fácilmente. ¿Qué importa un escrito destinado á satisfacer la envidia ó el rencor de ciertas personas? Esta noche, miss Maud, traeré á usted, si lo desea, un mentís formal de todo lo que se afirma contra mi, firmado por esa muchacha.

No era el beso frente a frente que él había saboreado en otras mujeres, y que llamaba «beso latino». No era tampoco la caricia arrogante de arriba a abajo que había conocido en el camarote de Maud, beso de domadora, egoísta y avasallador, oprimiéndole la cabeza entre las manos crispadas para mantenerle en amorosa sumisión.

Maud contempló la formación con mirada irónica, pero de pronto sintióse arrastrada por la alegría general: «Nosotros también». Y tomando el brazo de Ojeda, se introdujo en la fila.

No tengo nada que decir á usted, miss Maud, sino que Jacobo de Freneuse no ha cesado de afirmar su inocencia y que algunos amigos suyos no han creído en su culpa, á pesar de las apariencias y á pesar de las pruebas. ¿Y usted es de esos amigos? , soy uno de ellos. ¿Y no ha hecho usted nada hasta ahora para probar que no se engaña? ¿Qué he de hacer? La justicia ha pronunciado su fallo.

Avanzó por el pasadizo que conducía a los departamentos de lujo en el mismo piso del comedor. Marchó con seguridad sobre la mullida alfombra hasta las proximidades de su propio camarote, pero al torcer con dirección al de Maud, fue adelantando cautelosamente, como el que acude a una cita amorosa y teme ser visto. Al final de un breve corredor, junto a un tragaluz, estaba la puerta de Mrs.

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