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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Sería el más feliz de los hombres. ¿A pesar de mi coquetería y de... mis defectos? A pesar de todo, pertenezco a usted, Luciana... Mi corazón, mi vida, todo lo que poseo es de usted... Por desgracia, lo que poseo es muy poca cosa. ¿Marignol sigue viviendo? Ciertamente... y no puedo matarlo, al miserable.
Otro, que vivía tierra adentro, entre indios, en unas montañas muy altas a las que llamaban los Andes, había comprado un predio en Ibiza, que cultivaba su padre. ¡Y el pillo de Pepet, más listo para las letras que los demás, negábase a seguir tan hermosos ejemplos!... Había para matarlo.
Al pasar por Guanda, Navarro salió a su encuentro, y mediando entre ambos un arroyo, le anunció en frases solemnes y claras su designio de matarlo, con lo que se volvió tranquilo a la casa en que estaba a la sazón almorzando. Villafañe tuvo la indiscreción de alojarse en Tilo, lugar distante sólo cuatro leguas de aquél en que el reto había tenido lugar.
Manos Duras, á pesar de su cinismo, quedó sorprendido al saber que don Carlos estaba al otro lado de la esquina de adobes. ¿Cómo se había presentado tan pronto?... ¿Quién había podido revelarle la presencia de su hija en este rancho lejano? Pero su ferocidad y el recuerdo de la ofensa inferida por Rojas le inspiraron una solución. Lo mejor será matarlo.
Es a menudo difícil distinguir en la religión medioeval entre la sugestión devota y la criminal. El mismo, por su parte, apaleó a su padre casi hasta matarlo para hacerlo consentir en su profesión de vida religiosa.
Los gazapos reales dormíanse en sus madrigueras, resignados de antemano a que les despertase la sangrienta dentellada del hurón; los corzos, al beber en los arroyos a la luz de las estrellas, se mugían a la oreja: «Mucho ojo, hermanos; el Mosco debe de andar cerca...» Un perro suyo, apodado Puesto en ama, había sido tan famoso por lo temible, que, al matarlo los guardas en un encuentro, lo llevaron en triunfo a la administración de El Pardo, y allí le guardaban empajado y con ojos de vidrio, como una curiosidad del real sitio.
Sólo por mi desconsuelo vuelvo los ojos al cielo; sólo del dolor en pós, el alma eleva su vuelo hasta la idea de Dios. El que le maldice, yerra; fuera insensato matarlo; en su desconsuelo encierra el mayor bien de la tierra, que es el poder consolarlo. Y cuando acaba el amor y la mente envejecida pierde frescura y calor, ¿qué fin tendria la vida si no quedara el dolor?
Roselo, al ver á Julia, experimenta tal emoción, que casi pierde el sentido, y en este desorden se quita la máscara. Antonio lo conoce al punto, sale de sí de rabia é intenta matarlo, aunque no lo ejecuta merced á los ruegos de los demás caballeros, que invocan en favor de su enemigo los derechos de la hospitalidad.
Porque me temía que Ruperto acababa de matarlo. ¡Socorro! gritó débilmente el Duque. Oí pasos en la escalera inmediata a la puerta donde me ocultaba y también rumor de voces a mi derecha, hacia abajo, en dirección a la celda del Rey. Pero antes de que ocurriese cosa alguna de la parte de acá del foso, vi por la ventana de Antonieta que cinco o seis hombres rodeaban a Ruperto.
Al mismo tiempo invitó con empeño a su antagonista a que tomase un helado. Cobo lo rehusó. Le apremió con tal afán, que el conde de Agreda, Alcántara y otros varios que estaban cerca lo notaron. Mirad a Ramón qué empeño tiene en que Cobo tome un helado dijo uno. ¡Claro! Le ve sudando y quiere matarlo. Es lógico repuso León.
Palabra del Dia
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