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Actualizado: 4 de junio de 2025
Más de una noche, el pobre conquistador, al volver a su tugurio, hubo de tirar de espada contra gentes que le esperaban para matarlo. Así acabó, obscuramente dijo Ojeda , el primero y más infortunado de los héroes de la conquista. Su muerte quedó en el misterio.
Lo único que lamentaba era que este asesino del mar viviese aún; no haber podido matarlo por su propia mano. Tal vez no vive ya prosiguió ella . El Consejo de guerra lo ha condenado á muerte. Ignoramos si la sentencia se ha cumplido; pero lo van á fusilar de un momento á otro, y todos en nuestro mundo saben que eres tú el verdadero autor de su desgracia.
Ya se había comido a muchos de ellos. El rey había enviado mucha gente para matarlo. Algunos de estos hombres se habían fugado por miedo; el jabalí se había comido a los 15 otros. Dijeron al rey que había en la ciudad un hombre muy valiente que se llamaba Don Juan Bolondrón Matasiete. ¡Oh! dijo el rey. Debo conocer a este hombre. Díganle que venga al palacio al instante.
He respetado mi juramento hasta ahora como buen cristiano, pero también he jurado seguir al miserable hasta que caiga rendido y matarlo como un perro, tan luego se le escape de las manos la santa cruz que aun le protege.
Los geógrafos de la antigüedad hablaban de ella dando la medida de sus terribles brazos. Plinio contaba las destrucciones realizadas por un pulpo gigantesco en los viveros de pescado del Mediterráneo. Cuando unos marinos conseguían matarlo, llevaban al epicúreo Lúculo la cabeza, grande como un tonel, y algunos de sus tentáculos, que una persona apenas podía abarcar.
Federico, mientras tanto, se junta casualmente con el Duque y su favorito Clotaldo en una cacería, á que asisten ambos en los montes; el Duque se había quedado dormido, y Clotaldo se acercaba á él para perpetrar su traición y matarlo, cuando se presenta Federico de repente, arrebata el puñal al traidor y salva la vida del Duque; éste despierta al ruido, que ambos hacen, pero el astuto Clotaldo se da trazas de hacerle creer que él ha sido su salvador y Federico el que ha intentado asesinarle, por cuya razón se prohibe al último, bajo pena de muerte, su presencia en los dominios del Duque.
Agamenón dijo que devolvería a Criseis, si Aquiles le daba a Briseis, la cautiva que él tenía en su tienda. Y Aquiles le dijo a Agamenón «borracho de ojos de perro y corazón de venado», y sacó la espada de puño de plata para matarlo delante de los reyes; pero la diosa Minerva, que estaba invisible a su lado, le sujetó la mano, cuando tenía la espada a medio sacar.
¿Qué resolver, Jacobo? dijo una voz profunda. La contestación centelleó pronta y claramente. Buscar al hombre y matarlo en el acto. ¡Jacobo! ¡Quien ama el peligro, perecerá en él! ¿Pero esto me la devolverá? Jacobo no contestó, pero se alejó de la ventana, con ánimo de retirarse. No te vayas aún, Jacobo; enciende la vela y siéntate a la mesa.
Se impacientó Jaime ante el aire misterioso y las palabras confusas del muchacho. ¡Para qué tapujos!... ¡Habla! El Capellanet expuso al fin sus sospechas. Ya podía el herrero hacer lo que quisiera contra don Jaime: podía esperarle emboscado en los tamariscos al pie de la torre y matarlo de un tiro.
Palabra del Dia
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