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25 Decía entonces uno de los de Jerusalén: ¿No es éste al que buscan para matarlo? 26 Y he aquí, habla públicamente, y no le dicen nada; ¿han por ventura entendido verdaderamente los príncipes, que éste es el Cristo? 27 Mas éste, sabemos de dónde es; y cuando viniere el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.

Luego confortó en el alma con un fervorosísimo razonamiento á sus neófitos, y les exhortó á ofrecer su vida á aquel Señor que por el bien de las nuestras dió la suya; porque el demonio, que llevaba muy mal tantas pérdidas, sin haberlas podido remediar, había hecho el último esfuerzo con los Cozocas para que le quitasen la vida; lo mismo deseaba el santo Misionero; y hablando con sus cristianos, sólo sentía que la rabia del enemigo infernal y de sus secuaces no tuviesen permisión para matarlo.

Belzebuth, el gato negro del doctor Cornelius, tenía un odio feroz a Poll, y dos o tres veces estuvo a punto de matarlo. Tommy solía entretenerse en hacer rabiar al pajarraco.

Además, es benigno y sociable: con gusto se confundiría con nuestros rebaños de cabras y ovejas: pocos esfuerzos serían necesarios para que aumentara el número de nuestros animales domésticos; pero es más fácil matarlo que domarlo, y las pocas gamuzas que quedan están reservadas para dar gusto al cazador.

Lubimoff repitió mentalmente sus lamentos de la noche: «, ya ha sidoImposible la duda. Pero no se le ocurrió matarlo, ni arrepentirse de su generosidad. ¡Todo inútil!

El retador parecía haber tomado posición esperando que saliese Febrer. ¿Quién sería?... Tal vez el miserable verro, al que había buscado por la tarde; tal vez el Cantó, que juraba públicamente matarlo. La noche y la astucia, que igualan las fuerzas de los enemigos, habrían dado ánimos a este enfermo para marchar contra él. También era posible que fuesen dos o más los que le aguardasen.

23 los cuales sacaron a Urías de Egipto, y lo trajeron al rey Joacim, y lo hirió a cuchillo, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo. 24 Pero la mano de Ahicam hijo de Safán era con Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo. 1 En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino del SE

Un gran duque joven, completamente ebrio, se había entretenido en embadurnarle las patillas con caviar, hasta que, cansado de esta confianza, el español metió á su vez la mano en el plato, ensuciando igualmente de verde el angosto rostro. El borracho dudó un momento si debía matarlo, pero acabó por abrazarse á él, cubriéndole de besos y declarando á gritos que era su padre.

Era un héroe, un ídolo y volvía de pronto á ser un trabajador.... Menos aún, pues no encontraría un puesto en las minas. Si volvía allá serían capaces de matarlo: le aterraban como un remordimiento las grandes cantidades que había hecho perder á los señores. Me iré gemía. ¡Cómo se burlarán ahora de !... Me embarcaré en el primer barco que salga para América.

Yo puedo matarlo á usted, si quiero, y usted, en cambio, no puede hacerme nada á .... Pero no abusaré. Prefiero que se convenza por sus propios ojos. A ver si así se le ablanda esa cabezota dura de bruto que tiene.... ¡Tire! Se abrió con ambas manos sus ropas, mostrando el pecho desnudo y la prodigiosa bolsita. Podía el gringo hacer fuego sin cuidado. Se lo decía él con aire de reto.