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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Era una función que les llenaba de orgullo, elevándolos sobre los demás mortales, esta de permanecer tranquilamente sentados a la puerta de la sociedad tomando el fresco y saber de una manera cierta, sin exageraciones interesadas, lo que había ocurrido aquella tarde en la Plaza de Toros de Bilbao, en la de la Coruña, la de Barcelona o la de Valencia, las orejas que había alcanzado un matador, las silbas que se había llevado otro, mientras sus conciudadanos vivían en la más triste de las ignorancias y paseaban por las calles teniendo que aguardar la noche con la salida de los periódicos.
Pero hay más: en la comedia española disminuye el tiempo el dolor de Ximena por la muerte de su padre, y aumenta su amor y admiración por el Cid, merced á la larga serie de sus brillantes hazañas, y á las repetidas pruebas de su eterna fidelidad y cariño á ella; en la de Corneille, al contrario, bastan unas cuantas horas para que ofrezca su mano al matador de su padre, poco después de su muerte, y cuando hasta podría hallarse expuesto su ensangrentado cadáver .
El fugitivo, sin saberlo, ha dado muerte en un torneo á un hermano de Arminda, por haberse alabado de que su novia Mitilene es la dama más bella de la tierra. Arminda promete dar su mano á quien quiera que le entregue el matador, muerto ó vivo, apresurándose los Príncipes á ganar tan codiciado premio. El lugar de la escena se muda de Trinacria á Mitilene.
La muleta pasó sobre los cuernos, y éstos rozaron las borlas y caireles del traje del matador, que siguió firme en su sitio, sin otro movimiento que echar atrás el busto. Un rugido de la muchedumbre contestó a este pase de muleta. ¡Olé!... Se revolvió la fiera, acometiendo otra vez al hombre y a su trapo, y volvió a repetirse el pase, con igual rugido del público.
Antes de la mitad del viaje, el Nacional, con sus veinticinco años de fidelidad casera, excusaba las debilidades del matador, explicándose sus entusiasmos. ¡El que se viera en el propio caso, y haría lo mismo!... ¡La instrucción!... Una gran cosa, capaz de infundir respetabilidad hasta a los mayores pecados.
No era un chulillo, porque no agitaba en el aire el ligero velo de seda roja, y su mano no blandía ni la larga lanza del picador, ni la espada de dos filos del matador; no llevaba tampoco ni el sombrero adornado de cintas, ni la redecilla, ni el traje bordado de plata.
De esta manera, y haciéndole algunos regalos, piensa dulcificar las amarguras de la prisión, hasta encontrar una coyuntura favorable para libertarlo, y evitar así que vaya su hermano á la cárcel. Algunas sospechas se suscitan, mientras tanto, contra Don Fernando, y se presenta á Don Juan para que declare si reconoce en él al matador de Don Pedro.
César y Bruto, la víctima y el matador, tambien hicieron versos, que depositaron en bibliotecas públicas. Poetas tan débiles como Ciceron, pero mas felices que él, pocas personas supieron que los hacían. Machiavelo, que, á haber vivido en este siglo se reiría de Talleyrand y de Metternich, era poeta.
¡A almorzar, cabayeros! gritó el Nacional, que se atribuía funciones de mayordomo en el cortijo de su matador. En el centro de la cocina había una gran mesa cubierta de manteles, con redondos panes y numerosas botellas de vino. Acudieron al llamamiento el Plumitas y Potaje y varios de los empleados del cortijo: el mayoral, el aperador, todos los que desempeñaban las funciones de mayor confianza.
Muerto el Rey, su matador arrastra el cuerpo hasta la ventana, le ata un peso de plomo que allí tienen preparado y desliza el cadáver por el tubo hasta el agua del foso, que mide allí veinte pies de profundidad.
Palabra del Dia
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