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Actualizado: 7 de junio de 2025
La leña es escasa, aunque en dicho sitio hay una loma con algunos chañares, que es endonde Matias dice que puede hacerse el fuerte: en lo interior del terreno se advierte tal cual islote de ellos.
Respondió el Padre Matias, que lo encomendaria á Dios, y responderia por la mañana; en que la resolucion fué se volviesen al navio. Obedeciendo pronto el Padre Cardiel, aunque con el sentimiento de retirarse sin descubrir los indios que imaginaba muy cercanos, pues habia ya visto un perro blanco que le ladró, y se fué retirando hasta donde creia haber de hallar los indios.
Además, tu madre lo sabe todo. Estas noches ha sorprendido tus escapatorias, ha visto que no estabas en tu cuarto. La vas a matar de un disgusto. Y con la severidad de un padre, hablaba de la desesperación de doña Bernarda; el porvenir de la casa en peligro, el compromiso con Don Matías, la palabra dada, la hija esperando la prometida boda.
19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre. 20 Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio. 23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre el Justo, y a Matías.
El ademán de uno de los chicos le pareció a la buena señora que era de besarle la mano. De esto a darlo por hecho no tardó tres segundos. Por otra parte la manía de hablar siempre de cosas del otro mundo, ¿no era también indicio de su profesión? ¡Tendría gracia que hubiera alojado en su casa a un cura apóstata! ¿Qué diría don Matías el capellán castrense? ¿Qué diría Freire?
Dominaba en el testero de la Sala de Juntas el tesorero general del pretendiente, don Matías Jarana, porque en tiempos de apuro el que tiene el dinero es el empleado principal; el cual, si no era gran tesorero era gran canónigo. Dicho esto, me parece excusado detenernos mucho en describirle; estamos seguros de que el inteligente lector se lo habrá figurado ya tal como era.
A la vuelta dimos un paseo por la calle Ancha y la plaza de Mina, y volvimos a casa. El encuentro con don Matías me preocupaba. Aquella estúpida insinuación del señor Cepeda de que se burlarían de mí me intranquilizaba. Era muy suspicaz, como todos los hombres tímidos, y estaba siempre en guardia, creyendo ver ofensas en cualquier cosa.
Media hora después vino don Matías Cepeda y fué presentado a él. El señor Cepeda no era un hombre simpático ni mucho menos; tenía la cara dura, juanetuda, la nariz chata, la frente pequeña y el bigote corto y cerdoso. Con don Ciriaco el señor Cepeda estuvo muy atento, y hasta pretendió ser ocurrente; a mí no me miró. Sin duda, el no tener cincuenta años, para don Matías era una impertinencia.
Si él tenía dinero, los otros ¡ah! los otros tenían allá lejos, en Madrid, poderosas amistades; llegaban cuando querían hasta el trono; eran de los que tenían la sartén por el mango; y si en su presencia se murmuraba que la madre de Rafael pensaba en su hija para nuera, don Matías enrojecía de satisfacción y murmuraba modestamente: No sé; creo que todo son habladurías.
Buscando por ahí, buscando por acá, no se hallaban otros talleres que los de litografía. Miquis tomó con empeño el asunto, y habló al cuñado de Matías Alonso, un tal Juan Bou, que se había establecido recientemente, y tenía, entre otras cualidades, la de ser muy severo con sus oficiales.
Palabra del Dia
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