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Actualizado: 27 de mayo de 2025


La porquería y el aguardiente la iban barrenando la carne, según decía Coleta al insultarla en plena embriaguez con el apodo de Borracha. No están en casa, señor Isidro dijo con hipócrita mansedumbre . El Mosco se fue esta mañana con el señor Manolo, llevando las jaulas y la red. Han ido a pájaros. La chica, la Feliciana, va de máscara.

Tengo muchísimos momentos de murria, de tristeza, acordándome de que vivo solo, que me falta el calor de la familia, el cual no puede reemplazarse con nada... Mi tío Manolo, ya sabe V. como es... muy bueno, muy cariñoso... pero... ocupado exclusivamente en divertirse... Y el hombre no vive sólo con el recreo de los teatros, de los cafés y de los bailes.

Pues bien repuso Quintana si todos esos males han venido con las pelucas y los polvos, ¿usted cree que los va a echar de aquí vistiéndose de amarillo? Los males se quedarán en casa, y el señor marqués hará reír a las gentes. Sr. D. Manolo, si todos fueran como usted que se empeña en combatir a los franceses, imitándolos en usos y costumbres, lucidos estábamos.

Y añadió para distraer la conversación: Me he levantado temprano esta mañana, he trajinado mucho por arriba: de modo que en cuanto me senté me he quedado fritita sobre el mostrador. Manolo guardó silencio y reparó con inquietud que tenía los ojos muy encendidos, señal de haber llorado recientemente y no poco.

El arreador era el único que tenía una silla en la gañanía: los demás, hombres y mujeres, sentábanse en el suelo. Junto a él estaban en cuclillas Manolo el de Trebujena con varios amigos, metiendo sus cucharas en un tornillo de gazpacho caliente. La niebla fue disipándose ante los ojos de Salvatierra, habituados ya a esta atmósfera asfixiante.

Para que no ocupase silla, tío Manolo llevó a Miguel al escenario. No le pesó de ello; al contrario, los preparativos, el trajín de los artistas, las voces, las risas le llenaban de gozo.

Soledad, engañada por la complacencia de su amante y por el semblante alegre que mostraba, era feliz en aquel instante. Su egoísmo infantil la hacía incapaz en tal ocasión de sentir ni apreciar siquiera los sufrimientos y el afecto leal de su antiguo novio. Recibióle con marcada frialdad, y apenas hizo caso de sus palabras. Manolo sintió el corazón apretado.

Pensó un instante en el señor Manolo, e intentó buscarle en su oficina. Podían vivir en su casa; seguramente que el Federal los recogería al verles en medio de la calle: era un hombre bueno. Pero Maltrana retrocedió ante la idea de vivir de limosna, privado de aquella autonomía de la que hablaba a todas horas el señor Manolo.

Porque los señoritos de la villa poquísimas veces descendían á bailar con las menestralas en un paraje abierto. Lo demás se encargó de hacerlo el niño alado de la venda. Manolo Uceda pertenecía á una familia distinguida de Medina, aunque sin mucha hacienda.

Ríete, lucero, que cuando te ríes me alumbra el sol á la medianoche. Y si otra vez me pongo guasón, como hace poco, me dices: «Manolo, cierra el pico y déjame el alma quieta», ó si quieres, hija de mi alma, me das un lapo con esta mano rica que beso con tu permiso... y con el del dueño del establecimiento. Y estampó en ella, efectivamente, tres ó cuatro besos. Soledad la retiró riendo.

Palabra del Dia

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