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Actualizado: 29 de junio de 2025
Chinto, al ver a las muchachas, se paró de pronto, y soltando el mango de la cuchilla, y sacudiéndose el tabaco, como un perro cuando sale de bañarse sacude el agua, se les acercó todo sudoroso, y con un sobrealiento terrible: Aquí se trabaja firme... dijo con ronca voz y aire de taco. Se trabaja... prosiguió jactanciosamente, y se gana el pan con los puños.... ¡Se trabaja de Dios, conchas!
En el momento que cuajen se coge la sartén por el mango, se da un impulso horizontal de frente, extendiendo el brazo, y al recogerlo otro impulso hacia arriba, de manera que quede doblada; se sirve dorada y humeante sobre una fuente.
Y acabado de decir esto por el ídolo Ayar Oche, tornóse piedra ansí como estaba, con sus alas, y luego se descendió Mango Capac y Ayar Auca á su ranchería; y descendidos que fueron, vinieron donde el ídolo estaba muchos indios de un pueblo de allí cercano, y como vieron el ídolo hecho piedra, que le habian visto cuando el vuelo dió en lo alto, tiráronle una piedra y desta piedra le quebraron al ídolo una ala; de donde, como ya le hubiesen quebrado una ala, no pudo volar ya más; y como le viesen hecho piedra, no le hicieron más enojo.
Una vez fuera, volviose Materne y exclamó, al tiempo que le temblaban los labios: Si no me hubiese contenido, le hubiera roto la botella en la cabeza. Y yo dijo Frantz estuve por atravesarle la tripa con la bayoneta. Kasper, con un pie en el escalón, parecía querer entrar; apretaba el mango del cuchillo de monte y su rostro tenía una expresión terrible.
Y de rama en rama, con sus caras de ingenua malicia, sus pequeños ojos brillantes y curiosos, suspendidos de la cola mientras devoran, aun en la fuga, el sabroso y amarillo mango que la mano tenaz no suelta, millares de micos, monos, macacos, titís, que desaparecen en las profundidades del bosque, para mostrarse de nuevo en el primer clareo de la espesura.
Beracochea era hombre con tipo de mosquetero: nariz aguileña, barba negra en punta, sombrero de ala ancha y melenas. Llevaba un bastón grueso, cuyo mango era un martillo, y volvía de sus paseos con los bolsillos llenos de piedras. Beracochea tenía fama de hereje; él decía con orgullo que su padre había sido uno de los primeros suscriptores a la célebre Enciclopedia metódica de Diderot.
Su brazo era muy pequeño para alcanzar el extremo del mango. Tocaba al revés, pisando las cuerdas con la derecha y rasgueando con la izquierda, puesta la guitarra sobre las rodillas, boca y cuerdas hacia arriba.
Dende á dos años que allí vino Mango Capac, murió su compañero Ayar Auca, y quedó la mujer en compañía de las demás de Mango Capac, sin que en ella hobiese habido hijo ninguno de Ayar Auca, y ansí, quedó solo Mango Capac con su mujer y las otras tres de sus compañeros ya dichos, y sin que tuviese que ver con ninguna dellas para en cuanto á tenellas por mujeres propias, sino con la suya propia; en la cual, dende á poco tiempo hubo un hijo, al cual hizo llamar Sinchi Roca. Y siendo ya Sinchi Roca mancebo de hasta quince ó diez y seis años, murió su padre Mango Capac, sin dejar otro hijo sino fué este Sinchi Roca.
Un día, porque se le olvidó el nombre de la hoz, le rompió el mango sobre las costillas. Y hasta la misma guitarra portuguesa con un gran lazo verde que había traído de Córdoba corrió grave peligro de ir al fuego entre las astillas si á tiempo no la esconde en casa del tío Goro, su vecino.
Maltrana señaló riendo algunos de estos comercios, cuyo valor en conjunto no ascendía a más de tres pesetas. Sobre unos periódicos viejos exhibíanse martillos faltos de mango, cuchillos mellados y sin empuñadura, pomos de picaporte, petacas viejas, ejemplares mugrientos de revistas ilustradas.
Palabra del Dia
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