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¡Por el filo de mi espada! exclamó el arquero al terminar la canción. Muchas noches he oído esa misma trova en el campo inglés y cuenta que le hacíamos coro más de doscientos soldados del rey; pero este viejo bebedor deja muy atrás á los que tenemos por oficio manejar el arco, la ballesta y la alabarda.

Consta que era cosa comun entre los naturales hablar y hasta manejar con elegancia la lengua de los dominadores, por lo cual algunos de ellos, aunque cristianos, obtenian cargos y empleos en la corte de los Umeyas, escribanías y otros oficios del gobierno.

Lo cierto es que don Gabriel en poco tiempo asumió el mando de la casa: él descubrió y propuso para administrador a aquel bendito exclaustrado fray Venancio, medio chocho desde la exclaustración, medio idiota de nacimiento ya, a cuya sombra pudo manejar a su gusto la hacienda del sobrino, desempeñando la tutela.

Sus pupilas eran más anchas y brillaban más. Su mano muy blanca y de cutis muy fino, se había purificado y aguzado, por decir así, dedicada exclusivamente al trabajo de manejar la pluma. Al ver su porte nadie hubiera podido decir si era rico o pobre.

Es algo gruesa por demás hacia abajo y sus rodillas podrían juntarse algo más; sin embargo, podría ser peor formado bien que no tenga esa soberbia manera del squire para manejar la mano.

Apenas sentadas, empezaron a manejar los gemelos y sus ojos se detuvieron en Magdalena. Esta, involuntariamente, hizo como ellas. Hubo por un segundo un cambio de observación escudriñadora que me heló de espanto, porque al primer golpe de vista había reconocido un rostro testigo de antiguas debilidades y al encontrarlo de nuevo causa de recuerdos detestados.

373 Pero tantos bienes juntos al darle, malicio yo que en sus adentros pensó que el hombre los precisaba que los bienes igualaba con las penas que le dio. 374 Y yo empujao por las mías quiero salir de este infierno: ya no soy pichón muy tierno y manejar la lanza, y hasta los indios no alcanza la facultá de gobierno

Al ver que Elena se interesaba por el personaje, Robledo continuó modestamente: -Este alemán fué general en una de las revoluciones de Venezuela. Yo también he sido general en otra República y hasta ministro de la Guerra durante veinte días; pero me echaron por parecerles demasiado científico y no saber manejar el machete como cualquiera de mis ayudantes.

Está bien seguro de no perderla; si hay obstáculos, no le dan cuidado, él sabe el modo de removerlos; si hay rivales poderosos, á D. Nicasio no le hacen mella. Otras hazañas de mas monta ha llevado á cabo; negocios mucho mas espinosos ha tenido que manejar; mas poderosos rivales ha tenido que vencer.

El tío ese es el mejor tirador de las compañías aliadas, dijo en voz baja á Simón un hombre de armas inglés. Esta misma mañana decir de él que fué quien derribó malherido al condestable de Borbón. Respondo de Yonson, á quien he visto manejar el arco durante veinte años, contestó Simón. ¿Qué tal, viejo mío? ¿Te resuelves á demostrar á este camarada lo que vale un arco inglés?