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Ya ve usted qué poco respeto. ¡El viejo! ¡Qué irreverencia! Yo le dije que no. El me dijo que quería entrar á hablar conmigo... Pero vamos ... ya soy muy maliciosa, y yo me malicio.... ¿Qué? A no me engañan así con palabritas. Como es una tan guapetona.... No tengas cuidado dijo Clara riendo. Es que está enamorado de ti y quiere casarse contigo. Si lo sabe el tabernero.... ¿Mi Pascual?

Lo primero que se me ocurrió fue decir a la señorita que, estando yo en el portal, yegó un cabayero a dejar una carta, y que como no estaba la portera, la tomé yo. Por lo pronto no se malició nada; pero luego en cuantito que la leyó, se tragó la partida. ¿Y qué cara puso? Sabe más que Lepe, Lepijo y toda su parentela.

Yo me malicio ... aunque una sea así tan guapetona.... Yo me malicio que á no me quiere pa maldita de Dios la cosa ... porque al fin, siempre una es criada y él un caballero.... Pues parece persona muy principal. Digo... ¿Le dejo entrar? ¡Jesús, Pascuala, no lo vuelvas á decir! exclamó seriamente Clara. ¿Pero á qué quiere entrar aquí ese caballero? Toma, á verla á usted.

373 Pero tantos bienes juntos al darle, malicio yo que en sus adentros pensó que el hombre los precisaba que los bienes igualaba con las penas que le dio. 374 Y yo empujao por las mías quiero salir de este infierno: ya no soy pichón muy tierno y manejar la lanza, y hasta los indios no alcanza la facultá de gobierno

Carola, rabiosa y despechada, pero disimulando el enojo, preguntó: ¿De modo que el viejo es un lacayón alcahuete, cochino? No digo tanto; pero me malicio que hacen de él repoquísimo caso; vamos, es un criado antiguo de esos que hay en las casas grandes. Carola sabía cuanto deseaba. Todo quedó explicado.

329 Y son tantas las miserias en que me he salido ver, que con tanto padecer y sufrir tanta aflición, malicio que he de tener un callo en el corazón. 330 Ansí andaba como guacho cuando pasa el temporal; supe una vez por mi mal de una milonga que había, y ya pa la pulpería enderecé mi bagual.

Y hasta me malicio que si le han quitado a usted el estanco, es porque no piensa usted más que en ella ni se cuida usted de nada, y a eso se han agarrao. Don Quintín abrió desmesuradamente los ojos. Bueno continuó Cristeta ; pues no quiero que nadie, ¿lo entiende usted?, que absolutamente nadie sepa dónde voy a vivir. Venga quien venga, usted como si no supiese jota.