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Unos pretendían que, estando impuestos de su enfermedad, por ligera que fuese, no podían permitir el combate, en condiciones evidentemente desiguales: otros, más competentes, según parece, tienen como primer deber que observar religiosamente las instrucciones de su mandato, que les confía, en primer lugar, su honor, en segundo lugar su vida.

Iten á 15 de Enero de 1582, por mandato de los señores del Cabildo, á su platero ciciliano ciento diez y seis sueldos para hacer una boca de infierno y unos vestidos y cetros y otras cosillas para la representación de la noche de Navidad como parece por una cuenta de su mano. Mas le por su trabajo que estuvo diez días ó más ocupado en hacello ochenta sueldos por las dos partidas, 190 s.

No obstante el mandato del Rey, no fué obedecido de todos los españoles, porque algunos se fueron entre los Moxos, doscientas leguas distante de San Lorenzo, y embarcándose en una pequeña embarcación en el río Mamoré, entraron por la boca del río Marañón en el Oceano, y con no poca ventura, llegaron á Europa; otros se quedaron en los Chiquitos, y al pie de una montaña fabricaron un pueblecillo á quien llamaron San Francisco, junto al cual está hoy fundada la Reducción de San Francisco Xavier.

6 Y llegó la palabra hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, y echó de su vestido, y se cubrió de cilicio, y se sentó sobre ceniza. 7 E hizo pregonar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les pasto, ni beban agua;

Y como nosotras no podemos más.... Y como es tu deber aceptar la felicidad que se te ofrece.... Te morirás de gusto cuando sepas que don Frutos Redondo, el más rico del Espolón, ha pedido hoy mismo tu mano. Ana, contra el expreso mandato de sus tías, no se murió de gusto. Calló; no se atrevía a dar una negativa categórica.

Nunca me consolaré de mi torpeza. ¡No pensar que podía vuestra majestad estar recogida en el lecho! ¡Y en qué circunstancias! ¡Cuando su majestad el rey estaba en la cámara!... ¡Ah! ¡Su majestad!... ¿Y qué mandaba su majestad? Me mandaba que le anunciara á vuestra majestad. ¡Ah! ¿Y ese mandato os causó tanto miedo, que os obscureció la vista y no reparásteis en ? ¡Señora!

Pero de repente, sin saber cómo ni por qué, todo se le volvía del revés allá en las cavidades desconocidas de su espíritu, y la conciencia se le presentaba limpia, clara y firme. Juzgábase entonces sin culpa alguna, inocente de todo el mal causado, como el que obra a impulsos de un mandato extraño y superior. «Si yo no soy mala pensaba . ¿Qué tengo yo de malo aquí entre ? Pues nada».

Entonces se piensa con fruición hasta en las peripecias, en los horrores de un incendio repentino de la casa; en la enfermedad del profesor de Geografía, o en la prisión de la directora por mandato del Gobierno...; en fin, en todo lo que pueda ser causa de que se altere y descomponga, de cualquier modo, la máquina de aquel reló de piezas humanas.

El Duque ordena á su hijo que muerte á quien encuentre atado en su gabinete, cubierto el rostro con un velo, y con una mordaza en los labios; Federico ejecuta sus órdenes, y averigua después que la muerta es su madrastra; luego perece él á mano de los centinelas por mandato del Duque.

Delante de él se abrían en el corazón de Carmen todas las grietas profundas del dolor, porque aquel corazón atormentado pedía paz y calma y suspiraba por descansar en otro corazón blando y generoso; pero cada día una nueva meditación religiosa traía sobre aquellas ansias su mandato austero y rígido, helado como los soplos invernales que gemían en la casona al través de todas las rendijas de los muros y de las puertas.