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Debió ser Juan de Albret, marido de la reina Catalina hermana de Francisco Febo. En 15 de Febrero de este año hízose entrega por los moriscos de esta ciudad de la mezquita de la Morería al Adarvejo, cumpliendo el mandato de los Reyes Católicos; siendo asistente el Conde de Cifuentes. Hubo una avenida tan grande del Guadalquivir que rompió la puente.

Y le empujaba dulcemente, extremando los gestos y miradas de seducción. Ojeda, con su pasividad habitual ante el mandato de una mujer, siguió este impulso, dirigiéndose en busca del señor Kasper. ¡Qué de embustes y enredos con esta muchacha!... Afortunadamente, el día de la liberación estaba próximo; y una vez en tierra, no la vería más.

Este mandato era en nombre del Exmo. Señor Virey de Buenos Aires, de quien en este particular tenia por cartas sus facultades. Obedecí el mandato.

Por otro mandato real, fecho también en Valladolid á 2 de Marzo de 1537, facilitábasele el cobro de dicha renta, y por él se establecía, que se efectuara por los tercios de cada un año, sin que en cada uno de éstos tuviese que presentar la de vida, pues bastaría que llenase este requisito anualmente.

Alfonso V dio algunas disposiciones sobre la integridad de los antiguos fueros de Teruel, disposiciones que, así como algunos odios personales, suscitaron la oposición vigorosa de Francisco Villanueva, juez que era de la ciudad de Teruel en aquel año: no quiso doblegarse al mandato del Rey, y pagó con la vida su entereza pues murió ahogado en las antiguas casas consistoriales y arrojado su cuerpo desde el balconaje a la plaza del Mercado.

En aquellos tiempos de nacionalidad apenas formada y comunicaciones difíciles, el poderío de los monarcas sólo era verdadero allí donde ellos estaban presentes. Las órdenes reales, cuando iban lejos, se acababan y no se cumplían. Colón, con el mandato de los monarcas, intentó alistar gente, pero los marineros reclutados a la fuerza se desbandaban y huían.

Las columnillas de humo de nuestros cigarros subían hasta juntarse en ligeras nubes que iban anidando en los casetones del artesonado, y el damasco que cubría las paredes tomaba un tinte de color más rico que de costumbre. La conversación empezó a languidecer, y llegó un momento en que ambos callamos, como si obedeciéramos algún misterioso mandato.

El Rey acogió con favor el pensamiento, ordenando sin dilaciones así al Príncipe Andrea Doria, general de la mar, como á los Virreyes y Gobernadores de Italia, facilitaran al Duque de Medinaceli, nombrado Capitán general de la empresa, los elementos que reclamara, sin esperar otro mandato.

21 Mas ellos hicieron conspiración contra él, y le cubrieron de piedras por mandato del rey, en el patio de la Casa del SE

Cuentan los escritores árabes que en cumplimiento de este mandato se enviaron pesquisidores á los dominios cristianos, y regresaron á Córdoba sin haber encontrado en las cárceles de Afranc un solo islamita.