Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 6 de julio de 2025
En seguida me fui a visitarla, pero había muchas personas en la casa y no me atreví a socorrerla por temor a que se creyera que ejercía la caridad con ostentación. Volví a casa con la intención de mandarle alguna cosa; se hizo tarde, y no me atreví a mandar a los criados. ¡Acaso la pobre mujer habrá pasado la noche sin alimentarse ni alimentar a sus hijos!
Este despego que a ellos les parecía mala crianza y a mí un arranque de entereza, propio de elevados corazones, me proporcionó algunas reprimendas y, sobre todo, dio origen a una frase de mi señorita, que se me clavó en el corazón como una dolorosa espina. En cierta ocasión le oí decir: «Este chico está tan echado a perder, que será preciso mandarle fuera de casa».
A eso de las cinco fue el misántropo a una tienda de la Plaza Mayor a ver las mantas granadinas con que quería obsequiar a sus amigos ingleses. Allí estuvo un cuarto de hora, y el tendero le propuso mandarle con Plácido lo mejor que tenía, para que escogiese. Ya era casi de noche, y valía más que el señor examinase de día el género. Así se convino y volviose a su casa.
Todo está muy bien, me dije encaminándome lentamente hacia el castillo, pero si su corazón cambia, puede enamorarse de otra mujer durante sus viajes. Casualmente dicen que las rusas son muy lindas. Será preciso mandarle a Laponia. Eché a correr con todas mis fuerzas y llegué a la puerta del castillo en momentos en que el comandante subía a su carruaje.
Contestó muy fino en una esquela perfumada, como todas las suyas, que parecen de cocotte de sacristía.... ¿Qué contestó? Que estaba en cama y que hiciera mamá el favor de mandarle la receta de aquella purga tan eficaz que ella conoce. El pobre Bermúdez sería feliz, dado que te desbanque, si no fueran esas irregularidades de las vías digestivas.
No hubo joven más o menos gallardo o acaudalado que por iniciativa propia o por las insinuaciones de su familia no se resolviese a pasearle la calle, a esperarla a la salida del colegio, a mandarle cartitas y a decirle requiebros en el paseo. La niña, ufana con tanto acatamiento, embriagada por el incienso, no se daba punto de reposo tomando y soltando novios.
Almorzaba en casa de Santa Cruz o de Villuendas o de Arnaiz, y si Barbarita no tenía nada que mandarle, emprendía su tarea para defender el garbanzo, pues siempre hacía el papel de que trabajaba como un negro. Su afectada ocupación en tal época era el corretaje de dependientes, y fingía que los colocaba mediante un estipendio.
La infancia de Sinforoso estaba poblada de estos recuerdos poéticos. Cuando llegó a la pubertad, como mostrase singular destreza para aprender sus lecciones, el Perinolo se persuadió a que no estaba llamado a sustentar la zapatería cuando él fuese muerto, sino a ser firme columna de la Iglesia Romana. Faltábanle medios para mandarle al seminario de Lancia.
El gobernador del territorio de Río Negro vivía en una población á orillas del Atlántico, para llegar á la cual era preciso un viaje de doce días á caballo; seis veces más de lo que se necesitaba para trasladarse á Buenos Aires por ferrocarril. A causa de esto, el comisario disfrutaba de la mejor de las independencias: la del olvido. El gobernador vivía demasiado lejos para mandarle.
Tenía agachada la cabeza, de modo que el cuello de la camisa se le separaba un poco del pescuezo, en la parte de atrás, dejando algo como una rendija... ¡Pues por esa rendija sintió de pronto que se le colaba un líquido helado y le corría a lo largo de la espina dorsal!... Dio vuelta la cabeza dispuesto a castigar severamente al bromista, encontrándose con un apuesto capitán que tenía en la mano una botella de champaña «frappé»... ¡Era el capitán Pérez!... El lo increpó duramente pidiéndole su tarjeta para mandarle al siguiente día sus padrinos...
Palabra del Dia
Otros Mirando