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Actualizado: 18 de julio de 2025
En efecto, un momento después de haber entrado, Lasala abrió una mampara y dijo: Su excelencia espera al bufón de su majestad. Cinco minutos después de haber entrado el tío Manolillo en el despacho del duque, éste subía por una escalera de servicio á la cámara del rey.
Entrando por la puerta de la Saleta ábrense a la derecha dos balcones que dan a la plaza de la Armería, a la izquierda dos puertas que llevan a los aposentos interiores, y al frente una mampara que comunica con la cámara.
Quedó muy contrariada de encontrarse prisionera en aquella pieza de la que no se podía salir sin pasar por el escritorio del señor Aubry. Estaba en traje de casa, y le era desagradable mostrarse así a nadie. Sin embargo, tuvo la curiosidad de ver quién estaba allí. Se acercó con precaución a la mampara de cristales que separaba las dos piezas, y levantando suavemente la cortina de seda miró.
Y señaló precisamente la única puerta que estaba cubierta con una mampara de cuero verde, ostentando un rótulo comercial, enorme, dorado, pretencioso. La doctora se alojaba en una oficina... ¡Cómo hubiera llegado él á encontrarla! La primera pieza era realmente una oficina, un despacho de comerciante, con casillero para los papeles, mapas, caja de caudales y varias mesas.
¿Vendría quizá equivocado el número de la casa y sería aquella buena alhaja la autora de la carta?... Parecióle esto a Currita improbable, y un hecho positivo la sacó de dudas: abrióse de repente la gran mampara de cristales que cerraba en el hotel el fondo del vestíbulo y apareció un coche que vino a detenerse al pie de la escalera; ni el cochero ni el lacayo traían librea, ni veíanse tampoco en el coche armas, iniciales o corona; al ejercitado olfato de Currita olióle todo aquello, desde luego, a principios de aventura.
No sé todavía... ni quiero pensar lo que haré... iré a cavar la tierra, ¿no es mejor? ¡Ah! ¡la Bolsa, la Bolsa! no la pizarra, las columnas hubiera querido yo arrancar, como Sansón, para hacer desplomar el templo maldito... Misia Casilda, que había entrado sin ruido, parada junto a la mampara, tosió para llamar la atención: el inglés saltó del banco y vino a ella. Señora...
No tiene vergüenza el que viene a visitarte. ¡Puf! ¿Pero desolláis aquí también las reses, o qué? Hay un hedor insufrible. Calderón ocupaba, al final del almacén, un rincón separado del resto por un biombo de tabla pintada con una puertecita de resorte. Pudo escuchar, pues, todas las palabras de su amigo antes que éste empujase la mampara.
Despidióse el marqués, y Vergara lo acompañaba a la sala; pero al llegar a ésta, volvió la cabeza hacia una mampara que comunicaba al dormitorio de Evangelina, y al través de los cristales vióla sollozando de rodillas ante una imagen de María. Un vértigo horrible se apoderó del espíritu de don Fernando, y rápido como el tigre, se abalanzó sobre el marqués y le dió tres puñaladas por la espalda.
Las calles parecen salones, con un pavimento escrupulosamente cuidado, sin la más leve suciedad. ¿Y los jardines?... Los Alpes forman aquí una magnífica mampara: vivimos en un agujero asoleado, casi un invernáculo.
Mientras tanto, Villamelón, escurriéndose tras cortinas, puertas y tapices, miraba desfilar la ilustre concurrencia sin osar presentarse ante ella. Lo que más le incomodaba a él era que le hubiesen roto dos cristales, allá abajo, en la mampara. Al verse a solas Currita, preguntó al viejo empleado, enseñándole la lista: Pero diga usted, don Pablo... ¿De quién eran esas veinticinco cartas?
Palabra del Dia
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