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Actualizado: 28 de junio de 2025
Usted dispense, interrumpió Isagani ofendido de los argumentos que con él usaba el jurista; cuando por los medios legales un pueblo pide algo á un gobierno, es porque le supone bueno y dispuesto á concederle un bien, y este acto, en vez de irritarle, le debiera halagar: se pide á la madre, nunca á la madrastra.
Embriagado tal vez.... ¡Bendito Dios!... ¿Y ahora está tu padre en casa? No lo sé... subirá. Mi madrastra está en la cama. Sube, y si está tu padre, dile que baje al momento. Necesito darle un recado.
Cuando yo iba a la escuela estaban más vivos que ahora los odios de la lucha por la Independencia, y eso que había pasado más de medio siglo. España era una madrastra cruel y los españoles unos «gallegos» brutos, que sólo habían sabido esclavizarnos y explotarnos... Y esto nos lo enseñaban en idioma español, y además, el maestro y los discípulos llevábamos todos apellidos españoles.
Yo he insistido con la chacha Ramoncica para ver si lograba que Isabelita hablase conmigo por una reja: pero la chacha me ha explicado que esto es imposible. Isabelita duerme en un cuarto interior, para salir del cual tendría que pasar forzosamente por la alcoba en que duerme su madrastra, y apoderarse además de la llave, que su madrastra guarda después de haber cerrado la puerta de la alcoba.
Una levísima señal de descontento de D.ª Carmen bastaba para confundirla y sumirla en el más acerbo dolor. Aquella criatura tan altanera, que había llegado a hacerse odiosa a todos, se humillaba con placer intenso, a su madrastra. Era su humillación la del místico que se postra por una necesidad invencible del espíritu.
Obedeció, colocándose al lado de la butaca de su madrastra, y metiendo las manos entre las rodillas y la barba en el pecho, guardó silencio: algunas lágrimas le resbalaron lenta y calladamente por las mejillas. ¿Hace mucho tiempo que has concluido la carrera, Miguel? le preguntó en tono natural la brigadiera al cabo de un rato. Hace dos años nada más repuso secándose los ojos con el pañuelo.
La Fatalidad, causa cómoda de los hechos oscuros, y luz mentirosa de lo que no puede alumbrarse, se presenta aquí reclamando su página, la página a que le dan derecho las perplejidades del narrador y el convencionalismo de la Historia.... Bienvenida sea esa madrastra Fatalidad, que tan bondadosamente se presta a adoptar todo hijo abandonado, por lo general feo y enclenque, a quien rechaza la misma Lógica que en las tinieblas lo engendró.
Y si lo fuese, la cosa tiene poca importancia para mí. Figúrate que hoy mismo me ha dicho mi madrastra que me deja por heredera de toda su fortuna. Pepa abrió los ojos con sorpresa. ¿La duquesa? ¡Oh, pues no son más que cincuenta millones de pesetas! Creo que la pobre está muy enferma.... Bastante.
Estas imaginaciones fueron labrando en su cerebro una decisión que al cabo formuló por escrito en carta a su madrastra: escribiole sin decir nada a Julia suplicándole le concediese una entrevista «para tratar de asuntos que a ella y a su hija interesaban mucho.» La carta, aunque seria, era afectuosa y dejaba traslucir intentos generosos y deseos vivos de reconciliación.
Sin contestar a la interrupción, prosiguió: Una vez realizado este acto de simple justicia, pusiéronse de acuerdo su madre y su madrastra para costear los gastos de su educación hasta que cumpliese diez y ocho años, época en que deberá usted elegir cuál de las dos ha de ser en adelante su tutora.
Palabra del Dia
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