Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de mayo de 2025
Vinieron a mi memoria las alegrías de los quince años, las fugitivas amarguras del primer pesar, la tortura congojosa del primer desengaño. ¡Mísera humanidad en la cual todo pasa y perece!
No quiera Dios que mi nombre ni la sangre de donde vengo entren a parte, para provocar tamañas desdichas sobre nuestros antiguos vasallos, y menos para arrebatarles la mísera fortuna que les resta, dándoles, en cambio, la servidumbre y la muerte.
Allí, cerca de una hacienda, frente por frente de una aldea salinera, entre cuyos montículos estériles yergue una pobre palma, mísera desterrada de fecundo suelo, su empolvado penacho, había un sitio que hasta en lo más crudo del invierno hacía gala de sus hierbajes verdes. Era mi sitio predilecto.
Vivo mejor que en la mísera pensión de Londres, donde pasé mi juventud de empleado; eso es todo. ¿Y tu mujer? ¿Y Cristina? ¡Mi mujer! dijo el millonario con amargura: yo no tengo mujer: sólo tengo una patrona, muy santa, muy virtuosa, que cuida de mi vida material, y hasta se inquieta algo cuando me ve enfermo.
Lo pasado nos entristece con el recuerdo del bien perdido; en lo presente no encontramos la dicha; lo porvenir nos llena de espanto...» «¿Será cierto que el dolor es el triste patrimonio de la mísera humanidad? ¿Será cierto que no es posible la realización de nuestros más nobles deseos?
Tiene usted gusto en atormentar a los que le estiman... y miente usted... Nada es más cierto, se lo juro. Ya le he dicho en otra ocasión, y no hace mucho tiempo, que me sentía atraído, no por la idea de ser alguien, que me parecía sin sentido práctico, pero sí por el deseo de producir algo, única excusa, a mi juicio, de nuestra mísera existencia. Lo dije y traté de realizarlo.
No sé, no comprendo el propósito de Sidarta; pero sé y comprendo que será bueno su propósito, y que le logrará, si quiere. Si para que le logre he de hacer yo el mayor sacrificio, pronta estoy a hacerle. PRATYAPATI. ¡Oh desventurada y débil mujer! ¿Qué mísera resignación es la tuya?
Pero antes de abandonar a su mísera gente quiso darla un capitán, y fijó su elección en un mozo extremeño llegado poco antes a las Indias, en el éxodo de gente de espada que siguió al de los navegantes: éxodo que llamaba Fernando «la segunda hornada de conquistadores». Este soldado, que había hecho el aprendizaje de la guerra indiana al lado de Ojeda, llamábase Francisco Pizarro.
Y cuando se ha dado este paso, se concluye mirando hacia dentro, metiendo la sonda en el meollo, desmenuzando lo que hay allá, viéndolo con ojos de aumento, estudiándolo con calma, estimándolo con cariño y dándose por muy satisfecho del hallazgo, por mezquino que sea; satisfacción que trae consigo cierta seguridad, cierta confianza que antes no había en las propias fuerzas morales... Todo esto creo yo que es muy disculpable y hasta natural en la mísera condición humana.
La gente reía ante esta desbandada al galope, celebrando la persecución del alguacil. Nadie comprendía lo que era para aquellas infelices la pérdida de su mísera mercancía, la desesperada vuelta al tugurio paterno, donde aguardaba la madre dispuesta a incautarse del par de reales de ganancia o a administrar una paliza.
Palabra del Dia
Otros Mirando