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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Quiero ver desde esas puras estrellas que ocultas con tu presencia a esta mísera tierra encadenada a su feroz egoísmo, a su tristeza y oscuridad... Un estremecimiento de anhelo sacudía, el cuerpo del escultor. Su faz parecía iluminada por una luz inmortal: sus nervios se dilataban por la emoción: en sus ojos extáticos, clavados en el cielo, temblaba una lágrima.

Y decide construir en un templo de Roma una suntuosa capilla, a la cual dota de espléndidos ornamentos para que el Señor sea llevado con decoro. Y así ha vuelto a sosegarse su espíritu, y ha continuado viviendo silenciosa, pobre, caritativa. Cuando ha muerto no tenía más que una mísera cama y cincuenta reales. Y ella ha dispuesto en su testamento que todo esto sea para los pobres.

Engañaste, si piensas que recibo Contento de volver á esta penosa, Misera y corta vida, que aora vivo, Que ya me va faltando presurosa; Antes me causas un dolor esquivo, Pues otra vez la muerte rigurosa Triunfará de mi vida y de mi alma, Mi enemigo tendrá doblada palma, El qual con otros del escuro vando, De los que son sujetos á aguardarte, Está con rabia en torno, aqui esperando A que acabe, Marquino, de informarte Del lamentable fin, del mal nefando, Que de Numancia puedo asegurarte, La qual acabará á las mismas manos De los que son á ella mas cercanos.

Aquellos millones fantásticos, saliendo de la boca de Juanito, rodaban sobre el pobre tapete de la mesa, parecían infundir por la mísera habitación un ambiente de aplastante opulencia, algo semejante a la sonora vibración de montones de oro. Y esta conversación fue repetida un día y otro, hasta que Juanito quedó desconcertado e indeciso ante una proposición de las dos mujeres.

Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros, decían que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos, entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuello ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. ¿Pues su aposento?

Los hombres muy pensadores y ensimismados corren gran riesgo de caer en manías sabias, en ilusiones sublimes; que la mísera humanidad, por mas que se cubra con diferentes formas segun las varias situaciones de la vida, lleva siempre consigo su patrimonio de flaqueza.

Muchas tierras de la lejana Oceanía se hallaban en comunicación más frecuente con los grandes núcleos humanos que esta isla, arrasada en otros tiempos por la guerra y la rapiña, y mísera ahora al hallarse lejos del camino de los grandes buques, encerrada en un cinturón de islotes, rocas y bajos, entre freos y canales cuyas aguas transparentaban el fondo submarino.

Ni yo que te diga, Silvia mia, Sino que á tal estremo soi venida, Que le tengo de amar sea quien se fuere; Solo te ruego, que procures, Silvia, De ablandar esta fiera tigre Hircana, Y atraerle con dulces sentimientos A que sienta la pena que padece Esta misera esclava de su esclavo: Y si esto, Silvia, haces, yo te juro Por todo el Alcoran de buscar modo Como con brevedad alegre vuelvas Al patrio dulce suelo deseado.

Hundió la cabeza en el vientre abierto, levantando sobre sus cuernos, como un harapo flácido, la mísera carroña, que esparcía en torno entrañas sueltas y excrementos. Cayó en el suelo el cadáver, quedando casi doblado, y el toro fue alejándose con paso indeciso.

Adivinábase la presencia de una muchedumbre bajo la mortaja de sombras. Salvatierra, al llegar al centro de la mísera habitación pudo ver mejor.

Palabra del Dia

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