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Actualizado: 9 de junio de 2025
Miró la de Lemos al lugar de donde provenía el ruido, y sólo vió la área luminosa de la linterna. El que la llevaba estaba envuelto en la sombra. La condesa se detuvo contrariada, porque hubiera querido que nadie la viera en aquellos lugares, y se detuvo irresoluta. El de la linterna se detuvo también.
Y como si quisiera justificar sus palabras, dejó de sugestionar a la niña con su voz conqueridora y con su mirada magnética; la hizo llegarse a mirar los vestidos, y quiso hablar de ellos en conversación amistosa y festiva. Pero Carmen seguía extasiada ante una revelación luminosa que la poseía toda de extraña y honda felicidad.
Este, poseído entonces del numen, llega a decir cosas de sentido muy superior al vulgar, revela misterios y abre a nuestros espantados ojos, en la amplitud luminosa de un horizonte ideal, la sucesión ordenada y prescrita de los futuros casos.
En este fugaz despertar, que era semejante a la rápida visión luminosa de un respiradero en la lobreguez de un túnel, reconocía junto a su cara las caras afligidas de la familia de Can Mallorquí.
Pero no de amor por ti, carcamal ... Por la buena persona que te acompaña, es posible. Y volviéndose hacia Herminia, el harapiento apoyó una mano negra en los labios y le envió un beso. Al mismo tiempo, de sus ojos, ocultos bajo unas espesas cejas, brotó una mirada luminosa. Y esta vez Herminia, roja de placer y latiéndole el corazón, adquirió la seguridad de que tenía delante á su marido.
Sobre esta mancha azul la madeja luminosa del sol hacía brillar otra de plata poblada de luces trémulas y chispeantes que se extendía en línea recta hacia el Occidente.
Vivirá acaso, durante siglos, vida latente y obscura, pero vuelve al fin á recobrar la vida luminosa y clara. El idioma propio es el talismán donde va escrito el conjuro para lograr esta á modo de resurrección. Grecia resucitó hablando en griego. Si el pueblo griego hubiera tenido seis ó siete idiomas diferentes, jamás hubiera resucitado.
Obdulia, que había aprendido en Madrid de su prima Tarsila a premiar con sus favores a los ingenios preclaros, a los hijos ilustres del arte y de la ciencia; no de otro modo que la tarde anterior había vuelto loco de placer y voluptuosidad al señor Bermúdez, en premio de su erudición arqueológica, ahora vino a otorgar fortuitos y subrepticios favores al cocinero de Vegallana con miradas ardientes, como al descuido, al oír una luminosa teoría acerca de la grasa de cerdo; un apretón de manos, al parecer casual, al remover una masa misma, al meter los dedos en el mismo recipiente, v. gr. un perol.
Se me figura un dulce sueño. Pero ¿por qué no dices nada? Pareces inquieta; tu corazón late presuroso. Di, querida mía, ¿qué tienes? ELSA. Nada. Pero el sol de hoy era tan triste... ENRIQUE. Ya se ha puesto. ELSA. Sí, se ha puesto; no está ya en el cielo, y tú estás aquí, junto a mí. Pero no, no eres tú; es tu espectro de los labios ardientes y la mirada luminosa. ELSA. ¡Es el duque que llega!
Esta última diferencia es muy luminosa para comprender en qué consiste la idea del tiempo. Me atrevo á recomendarla á la atencion y memoria del lector. No hay pues tiempo, sin alguna cosa que exista. La duracion que concebimos, despues de reducirlo todo á la nada, es una vana imaginacion; no es una idea, antes bien está en contradiccion con las ideas.
Palabra del Dia
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