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Actualizado: 14 de junio de 2025
Cumplió la tarea que se había impuesto con la atención minuciosa, el cuidado paciente y la perseverancia infatigable de aquella sultana aburrida que, en la ausencia del señor, arranca una a una todas las plumas de un viejo loro. Hubiera preferido, desde luego, vengarse directamente de Germana; pero Germana estaba lejos.
Sólo sus manos, lívidas zarpas veteadas de verde que penden inmensas de las muñecas, como proyectadas en primer término en una fotografía, se mueven monótonamente sin cesar, con temblor de loro implume. Pero en aquel tiempo Candiyú era otra cosa. Tenía entonces por oficio honorable el cuidado de un bananal ajeno, y poco menos lícito el de pescar vigas.
Todas las hermosas damas de Babilonia aplaudiéron esta eleccion, porque nunca habia habido ministro tan mozo desde la fundacion del imperio: todos los palaciegos la sintiéron; al envidioso le dió un vómito de sangre, y se le hincháron extraordinariamente las narices. Dió Zadig las gracias al rey y á la reyna, y fué luego á dárselas al loro.
Al movimiento de las pisadas en el suelo, los dos chinitos comenzaban a saludar amablemente, y parecían rivalizar en zalamerías. Cuando me dejaban entrar en la sala, me pasaba el tiempo mirándolos y diciendo: Abuelita, ahora dicen que sí, ahora que no. Ahora sí, ahora no. Mi abuela poseía también un loro, Paquita, que dominaba el diálogo y el monólogo. Se le preguntaba: Lorito, ¿eres casado?
El buho, de mucho tamaño y hermoso plumaje. Las trepadoras están representadas por una numerosa variedad de papagayos, cotorras, carpinteros y otras; la más notable es el loro llamado de siete colores, en el que sobresale el encarnado; es pequeño, pero de hermoso aspecto por la firmeza y brillantez de su plumaje.
El mismo monte no es tan estático; al menos, cambia de color en las estaciones. Las casas, no; así estarían hace doscientos años, así están hoy. Todo sigue igual. Hasta el loro de mi abuela, heredado por mi madre, ahora en el balcón de mi casa, sigue diciendo, con su voz estridente y chillona: ¡A babor! ¡A estribor!
Salté del lecho, y ví con sorpresa que no era flor alguna, sino un pájaro que se posaba en el barandal del balcón. Me acerqué con grandísima cautela, por miedo de auyentarlo. Al principio lo tomé por un loro, pero enseguida comprendí que era de mayor tamaño. No intentaré describir su maravilloso plumaje, porque no podría hacerlo.
Por la mañana sacaron el loro. Entonces el joven se presentó 65 en el palacio para buscar a la princesa. El rey le dijo que era necesario encontrarla dentro de tres días. Si no podía hacer esto le encerrarían con sus dos hermanos.
Sus mejillas, hundidas, estaban surcadas de arrugas; pero en su boca, más bien grande que pequeña, había firmeza y brío, y sus labios delgados se plegaban con gracia, prestando animación a toda la fisonomía y dejando ver dos hileras de dientes blancos, sanos y bien puestos. La nariz de don Braulio, aunque no deforme, era un si es no es acaballada o de pico de loro.
El restaurante del Loro, La Precisa, La Marina, El figón de El Imparcial, La Montaña... Por estos desapacibles lugares hemos arrastrado la ilusión nuestros veinte años, hemos contemplado nuestro rostro, nuestra pipa y nuestras guedejas en los viejos espejos, y ante estas mesas mientras nos servían el ligero condumio hemos declamado nuestros primeros sonetos en obsequio de algún amigo, también portalira, con mucho pelo y muchos sueños bajo las haldas enormes de su chambergo.
Palabra del Dia
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