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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Cuantos veían esta maravilla quedábanse prendados de la originalidad y hermosura de ella y ponían a D. Francisco entre los más eximios artistas, asegurando que si viese tal obra algún extranjerazo, algún inglesote rico de esos que suelen venir a España en busca de cosas buenas, darían por ella una porrada de dinero y se la llevarían a los países que saben apreciar las obras del ingenio.

Di que te gustan los señoritos, bueno... yo no me meto en eso; pero no vengas quitando el crédito a los rapaces de tu igual... Se emborrachan, los que se emborrachan... Más de un señorito y mas de dos he visto yo venir como cabras para su casa... Y pegan a sus mujeres, también los que pegan... Si ellas no tuvieran la lengua larga, no las llevarían la mitad de las veces... Atiende; y don Ramón el maestro de música cuando llegaba a casa por la noche ¿daba bizcochos a su mujer?

La indiferencia que sentía por todo, unida a una filosofía estoica que iba adquiriendo, me ayudaban a soportar las penalidades tranquilo y sin cólera. Además, tenía la esperanza de que, pasados dos o tres años, me llevarían a una colonia penitenciaria, donde la vida sería más soportable. Varias veces quise enseñar matemáticas a Allen, pero no quería.

Con la muerte de por medio, la una en la vida visible y la otra en la invisible, bien podría ser que las dos mujeres se miraran de orilla a orilla, con intención y deseos de darse un abrazo. Las tres señoras dijeron a un tiempo: «¿y qué hacemos ahora?». Entablose discusión breve sobre el punto a que llevarían aquella adquisición preciosa.

Abandonaron el árbol y se pusieron en camino, marchando tan aprisa como les era posible por entre los troncos y las raíces y a través de los bejucos. Los gritos seguían oyéndose cada vez más cercanos. Haciendo desesperados esfuerzos, cayendo y tropezando acá y allá, siguieron la marcha. Unos mil quinientos pasos llevarían andados, cuando cesaron de pronto los gritos.

El remedio de este mal no hay que buscarlo en las circulares, el remedio está en que el sacerdocio de la conciencia hermanado con el de la ley, emprendan esta beneficiosa reforma, que la llevarían indudablemente á cabo en poquísimo tiempo dadas las aptitudes del indígena, siempre que emprendieran la obra con verdadera constancia.

Yo conté lo mejor que pude mi viaje con don Ciriaco. Después vinieron unas cuantas amigas de Dolorcitas. Yo estuve hablando con doña Hortensia, que se mostró muy amable conmigo. A media tarde don Ciriaco me llamó. Vamos, Shanti me dijo. El ama de la casa me advirtió que todos los domingos y días de fiesta estaba invitado a comer allá. Si no iba, preguntarían por y me llevarían a la fuerza.

Nada seguramente. Nos casaríamos, y acto continuo nos iríamos á Jerez, para que conociese á sus amigas y á sus tíos. ¡Qué susto llevarían todos al verla del brazo de un caballero, y mucho más, cuando supieran que este caballero era su marido! Estaba tan linda, tan graciosa, que no pude menos de pedirle con vehemencia que me permitiese darle un beso. No fué posible.

Los reyes moros de Sevilla se llevarian á la nueva corte algunas hermosas columnas y otros objetos útiles para sus construcciones; pero muchos materiales preciosos quedaban todavía en aquello que solo parecia un castillo arruinado en los dias de la reconquista.

Así es que al principio, contrayéndonos al asunto de la boda, no vi sino el lado bueno. Vi que D. Casimiro es un caballero de tu clase, honrado, religioso, prendado de Clarita y deseando hacerla feliz. Vi que, casándose con ella, seguiría ella aquí y no se la llevarían lejos de su madre y de nosotros, que la queremos tanto.

Palabra del Dia

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