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Actualizado: 23 de junio de 2025
Sonreían las señoras reconociendo los encantos de este lugar vedado, y hasta encontraban cierta distinción exótica a algunas de aquellas rubias que sólo habían visto de lejos en la cubierta y ahora ocupaban las mesas inmediatas. Esta proximidad parecía añadir un nuevo placer a su audaz entrada en el fumadero. «El mar es el mar...» Cuando llegasen a tierra ni se acordarían de tal promiscuidad.
No partió de los pozos su campo hasta tener encabalgada la artillería y que llegasen los caballos y gente de pie que esperaba Dragut. Entre tanto caminaban por la isla muy á su placer, haciendo daño en las casas y posesiones de los que se habían ido con el jeque. Tomaron de su casa media culebrina y otras piezezuelas pequeñas de bronce.
Siendo obedientes y humildes, tal vez llegasen, con el tiempo, a cobrar tres reales. ¡Una verdadera felicidad!... El cortijo Matanzuela lo miraban como un paraíso. El caritativo Dupont era de una generosidad inaudita. Cuidaba de que los braceros oyesen misa los domingos; y de mes en mes, organizaba comuniones para los gañanes.
Y me preguntaba: «Pero ¿qué había aquí antes de que ellos llegasen? ¿Qué comía la gente?...». La gente era escasa, y para comer solo había maíz, mandioca y carne del huanaco. Esto a juzgar por lo que yo he visto en mi tierra. Dicen que en el Perú y en Méjico había mayores medios, porque era más numerosa la gente.
Salieron una noche, estando allí los enemigos, hasta 150 soldados, y antes que llegasen á las trincheas de los turcos eran descubiertos, y así se volvieron sin hacer nada. De aquí comenzaron los enemigos á hacer trinchea para venir cubiertos con su artillería, sin que la nuestra les pudiese hacer mal.
Al venir aquí esta tarde, presentía confusamente que algo nuevo y grato iba á ver en el alojamiento del Hombre-Montaña. Por eso me inspiró una simpatía repentina este gigante. Hasta le encontró en los primeros momentos cierta semejanza contigo. Era, sin duda, el presentimiento de que te habías refugiado bajo su protección.... Pero ¡ay, si llegasen á descubrirte!
Otra vez se ordenó inviar un soldado que tuviese el primer moro que le llegase á tomar, hasta que llegasen soldados á socorrerle, porque en este tiempo no había caballos. Este soldado salió y lo había hecho tan bien, que dos turcos que llegaron á él juntos los detuvo asidos entrambos un gran rato, y fueron tan de poco los que habían de socorrerle, que no salieron y lo dejaron matar de los turcos.
La sacó del agua sin sentido y la dejó sobre el césped esperando á que llegasen Flora y el barquero. Pero antes que esto acaeciese Demetria abrió los ojos y dibujándose en ellos una sonrisa triste dijo: ¿Me crees ahora, Nolo? Te creo, Demetria. Y por primera vez el mozo de la Braña estampó un tierno beso en su rostro de azucena. La envidia de los dioses. Voy á terminar.
El cochero ha dejado la fusta, no lleva más que un cuchillo en la mano, dispuesto á cortar las riendas si los caballos, enloquecidos por el terror ó resbalando por un talud de nieve, llegasen á caer por el precipicio abajo. Terrible es la situación del caminante desdichado, cuando, al atravesar las nieves lentamente, le sorprende de pronto una tempestad.
Señaló Andronico las pagas segun la diferencia de las armas y ocupacion, cuatro onzas de plata cada mes á los hombres de armas, á los caballos lijeros dos, y lo mismo á los pilotos y gente de mandoneros una onza, y que siempre que llegasen á la costa de alguna Provincia del Imperio, se les diesen cuatro pagas, y cuando quisiesen volver á sus casas juntos, ó divididos, se le librasen dos para el viaje.
Palabra del Dia
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