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Actualizado: 23 de junio de 2025


-Así es -dijo el cura, y prometió de enseñársele en la primera ocasión. Concertáronse que por entonces subiese el cura, y a trechos se fuesen los tres mudando, hasta que llegasen a la venta, que estaría hasta dos leguas de allí.

Y mientras matizaba con sus exclamaciones la relación de la joven, pensaba con alarma que ya estaban en la calle de Gracia y él todavía guardaba en el cuerpo, completamente inédita, la declaración que tanto le inquietaba. En cuanto llegasen a la próxima esquina, interrumpía a la joven, aun a riesgo de ser descortés.

Algunos se sentaron desde luego a jugar. Otros esperaron a que llegasen los compañeros de costumbre. No tardaron, en efecto, en poblarse entrambos salones.

Pero, antes que allá llegasen, les sucedieron cosas que, por muchas, grandes y nuevas, merecen ser escritas y leídas, como se verá adelante. Capítulo XI. De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el carro, o carreta, de Las Cortes de la Muerte

No es maravilla, pues, que éstos llegasen alguna vez á exasperarse y que el filósofo tropezase en más de una ocasión con más de una bofetada de cuello vuelto. Pero no turbaba bofetada más ó menos la admirable serenidad de su espíritu.

El cura y todos los demás se lo agradecieron, y de nuevo se lo rogaron; y él, viéndose rogar de tantos, dijo que no eran menester ruegos adonde el mandar tenía tanta fuerza. -Y así, estén vuestras mercedes atentos, y oirán un discurso verdadero, a quien podría ser que no llegasen los mentirosos que con curioso y pensado artificio suelen componerse.

La gente iba de muy buena gana, unos de meterse en las galeras para defenderlas y guardarlas; otros para pelear con los enemigos para estorbarles que no llegasen á ellas hasta que los nuestros estuviesen dentro, haciéndoles retirar por dos ó tres veces, hasta que unos turcos que andaban á caballo les daban de cuchilladas.

Mas, como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él que casi por línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus narices; y, apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos; y, con tono algo gangoso, dijo: -Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.

A veces, si el choque era mayor, la punta del Goethe, en gallarda rebeldía, alzábase por encima de las olas, sin que éstas llegasen a invadirla. La gente menuda pataleaba entonces de entusiasmo, prorrumpía en aclamaciones y saludaba la valentía del buque con una salva de aplausos.

Al entrar en el hotel se entristeció el rostro de la señora, como si se aproximase un peligro que quería olvidar. Las dos mujeres se encerraron en sus habitaciones. Pepita pasó horas enteras con la pluma en la mano, mordiendo la punta nerviosamente, rompiendo pliegos sin que llegasen á satisfacerle las cartas que escribía.

Palabra del Dia

rigoleto

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