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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Esteban encontraba intolerable que este señor, que no era mas que un pariente lejano de su abuela, se mezclase en los asuntos de la casa, pretendiendo dirigirle á él como un padre. Pero aún le irritaba más verlo de buen humor y con pretensiones de gracioso. Le daba rabia que llamase á su madre Penépole y á él joven Telémaco... «¡Tío latero y pesado

¿De que ese mancebo...? ¡vaya! al verle me acometió una sospecha; pero cuando me habéis dicho que es hijo de un Montiño... no pude dudar... como que... ya se ve, estoy en el enredo... ¿Acabaremos, hermano bufón? Si, por ejemplo, ese mozo en vez de llamarse Juan Montiño se llamase don Juan Girón... ¡Diablo! exclamó Quevedo. ¡Cómo! ¿no lo sabíais, don Francisco? Algo se me alcanzaba.

Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase doña Tolosa.

Así que, señor, todo el toque está en que mi amo se case luego con esta señora, que hasta ahora no su gracia, y así, no la llamo por su nombre. -Llámase -respondió el cura- la princesa Micomicona, porque, llamándose su reino Micomicón, claro está que ella se ha de llamar así.

Venía al salón sin que nadie le llamase, ansioso por saber lo ocurrido, temiendo encontrar moribundo á Ferragut. Viendo la sangre, su desesperación se expresó con una vehemencia maternal. «¡Cristo del Grao!... ¡Mi capitán va á morir!...» Quiso correr á la cocina en busca de algodones y vendas. El era algo curandero, y guardaba lo necesario para el caso. Ulises le detuvo.

No era caso de gravedad: inapetencia, cansancio. Quería abarcar demasiado y los negocios minaban su salud. Es la crisis que él temía pensó el médico. Pero cuando no me llama sus razones tendrá... Debe haber cambiado mucho aquella casa. Y seguía en Gallarta, con el propósito de no visitar á su primo hasta que éste le llamase. Un día, en Bilbao, se encontró en el Arenal con el capitán Iriondo.

La buena señora empezó a ser para él lo que había sido para Mario, una verdadera madre. Convinieron en que Godofredo la llamase mamá, pero no en presencia de D. Pantaleón, ¡cuidado! y le tuteó y le permitió besarla, y le reprendía, y le gobernaba. En fin, se repitió punto por punto lo que había pasado con Mario.

Por otra parte, las únicas cosas que se prestan á representacion propiamente dicha, son las sensibles; el único caso en que hallamos dentro de nosotros esa forma en que se retratan los objetos es el de la representacion imaginaria; y así era peligroso que á esta se le llamase idea, y á toda idea representacion imaginaria, en lo que consiste el sistema de Condillac.

Ninguno. Si el señor de Miranda es una persona formal. ¿Usted le llama el señor de Miranda? No... él ya me advirtió ayer que le llamase Aurelio.... Pero como aún no adquirí confianza... y él tiene más edad.... En fin, no se me venía a la boca.

La idea de que San Pablo, con gran escándalo de la abuela y gran contento de Celestina, era el padre de las solteronas, divirtió mucho a mis amigas. Francisca, que tiene siempre ideas originales, me pidió que llamase a Celestina para contemplar su gozo. Hícelo yo de buen grado y pedí una cosa cualquiera a mi buena vieja para explicar mi campanillazo.

Palabra del Dia

hociquea

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