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Actualizado: 20 de junio de 2025


Señor don Timoteo, traigo un artículo para usted: insértemelo usted en su miscelánea. ¡Ah! ¿Esto? Es imposible, ¡imposible! Y me añade al oído: Usted no sabe que el sujeto que ha propuesto él, se llama D. Y. Z. Bien pudiera llamarse así ese sujeto y corregirse el defecto. Pero es pariente del señor... ¿Y no pudiera seguir siendo su pariente después de desaparecer el defecto?

Sus colegas de acá, otros ángeles caídos que suelen llamarse «la Tomasa, la Adela, la Paz, la Asunción, etc.», al cruzar por su lado le miran con soberano desdén: ninguno ha caído como él en medroso despeñadero; todos han venido a dar sobre algún milord con un caballo.

Santander es una ciudad fortificada, sin que por eso pueda llamarse una plaza fuerte. Ella es esencialmente comercial, en términos que después de Cádiz y Sevilla es el puerto mas importante que en la actualidad tiene España en el Atlántico.

¡Esto de que hayan de llamarse Margaritas todas las mujeres que amáis!... ¡Que yo amo! ¡Bah! ¡ya lo creo! un hombre, al hacerse fraile, no se arranca el corazón. Creo que os atrevéis á hacer suposiciones muy arriesgadas. Pero las hago en voz muy baja. Estamos solos.

En casi todas las piezas de Cañizares y en todas sus escenas más interesantes, se nota la influencia de los modelos que sigue, por leve que sea el conocimiento que tengamos de los dramáticos anteriores; y Cañizares, bajo este aspecto, más bien que poeta debiera llamarse compositor de mosáicos.

Escenas notables, de esas que, separadas del conjunto, llenan plenamente y encantan á la par por la energía y elevación del estilo, no faltan en ninguna de sus piezas; pero ninguna de éstas puede llamarse drama verdadero.

Por supuesto que el maestro no se descubrió, no se movió de su asiento, no hizo gran caso de nosotros, nos hizo esperar todo lo que pudo, se empeñó en regalarnos un cigarro y en dárnoslo encendido él mismo de su boca; ¡cuántas groserías, en fin, suelen llamarse franquezas entre ciertas gentes! Era por la mañana: la fatiga y el calor nos habían dado sed: entramos en un café y pedimos sorbetes.

Y los castellanos en tanto llenos de noble emulación, hicieron nuevas conquistas y descubrimientos en aquellas tierras occidentales a donde Colón había llegado por vez primera y que por su magnitud merecieron llamarse Nuevo Mundo.

La señora de Aymaret prosiguió diciendo en contenida, aunque vibrante voz: No puede llamarse una traición que yo hable de los detalles de mi vida íntima... todo el mundo los conoce, y usted mejor que nadie... Y usted sabe que si jamás una mujer tuviera disculpa en conducirse mal... esa mujer sería yo... pero no, tengo hijos... dos hijos, y quiero que mañana se diga... «Si el padre era un pobre hombre... un desgraciado loco... la madre fue una mujer honrada... una digna persona...» ¿Y usted cree que resignarme a esto me ha sido fácil... no es verdad?... Me ha sido fácil porque es mi temperamento... porque he nacido así... sin pasiones y sin debilidades... ¡Ay, Dios mío, Dios mío, y lo cree usted!... ¡lo cree usted! ¡usted!...

¿Solo? me observó vivamente. le dije mirándola con fijeza. ¡No! me contestó ella con indiferencia... ¿quiere ser mi amigo? ¿Quiere guardarme una confianza?... Yo soy una mujer rara, extraña. Yo no he amado nunca y no si lo que he sentido alguna vez, puede llamarse amor; pero jamás, aun amando mucho, me casaría nunca con un hombre pobre. Tengo horror, miedo, por la pobreza...

Palabra del Dia

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