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Actualizado: 8 de mayo de 2025
El vaquero Emperador, anónima, licencia de 1672. Pachecos y Palomeques, de D. José Antonio García de Prado, licencia de 1674. El mejor maestro Amor, de D. Manuel González de Torres, licencia de 1683. Amar sin favorecer, de Román Montero, 1660. Casarse sin hablarse, anónima, licencia de 1641. Vida y muerte de San Blas, de Francisco de Soto, licencia de 1641.
«Roni me trata mal, escribía al Condestable; el Rey manda que no me mude mi pensión, y Roni no quiere: no entiendo; y si lo entendiendo, que si me faltare el pan, buscaré un amo á quien servir, y esta licencia no me la negará el Rey .»
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He ahí Colón; una licencia, una libertad absoluta para todos los vicios y las degradaciones humanas. El que paga un pequeño impuesto tiene el derecho de establecer su tapete al aire libre, ¡y qué tapete!
Pocos días estuvo en Villabermeja. Se fué antes de que su licencia se cumpliese. El rey Carlos III, después de la triste paz de París, á que le llevó el desastroso Pacto de familia, trató de mejorar por todas partes la administración de sus vastísimos Estados. En América era donde había más abusos, escándalos, inmoralidad, tiranías y dilapidaciones.
Aunque según demuestran muchos manuscritos antiguos de comedias, fuera necesaria una nueva licencia para repetir sus representaciones, ha de suponerse, no obstante, que este manuscrito es autógrafo, si admitimos también que la licencia que la acompaña para representarse fué la primera.
Esta más pequeña estaba dentro del castillo. Sin tener más agua que ésta nos encerramos, con darse de ordinario 5.500 raciones, sin mucha otra gente á quien no se daba ración. El Capitán de las galeotas del Duque vino á D. Alvaro á pedirle de comer para la gente dellas ó licencia para irse.
Le pidió la bendición al que causaba la fiesta y, sin decirles su nombre, les declaró con franqueza que el nombre de Picardía es el único que lleva. Y para contar su historia a todos pide licencia, diciéndoles que en seguida iban a saber quien era. Tomo al punto la guitarra, la gente se puso atenta, y ansí cantó Picardía en cuanto templó las cuerdas: PICARDÍA
Pero yo no te la he dado todavía replicó ella, mientras le miraba con una de esas miradas con que sólo una madre sabe decir: ¡bendito seas! ¿Y serías capaz de negármela, cuando voy a realizar una obra buena? Yo no puedo darte ni negarte licencia dijo la señora cambiando el tono de su voz; tú tienes veintiocho años.
Los viejos pidieron licencia para irse; diósela luego Monipodio, encargándoles viniesen a dar noticia con toda puntualidad de todo aquello que viesen ser útil y conveniente a la comunidad. Respondieron que ellos se lo tenían bien en cuidado, y fuéronse.
Palabra del Dia
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