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¿Eres , grandísimo pícaro, el que me has quitado el sueño? dijo el gigante, comiéndoselo con los ojos que parecían llamas. Yo soy, amigo, yo soy, que vengo a que seas criado mío. Con la punta del dedo te voy a echar allá arriba en el nido del cuervo, para que te saque los ojos, en castigo de haber entrado sin licencia en mi bosque.

Pero evítalo, pide nueva licencia, o renuncia de una vez. ¡No quiero!... ¡Qué me echen!... ¡Mejor!... ¡Cómo ha de ser mejor!... Y sobre todo tu padre está enfermo. El viejo no tiene nada... Eso no lo sabes... Además, Clota...

Pus me decías entonces de venir tan aína. ¿Cómo es eso, tiña? Porque al otro día de escribirle á usté se prenunció la gente de la freata. ¡Tiña! ¿Y también? No, señor...; pero me vi revuelto en la tremolina, sin saber cómo. ¿Y á cuántos prenunciaos colgaron de las gavias? Á denguno. ¡Retiña! ¿Cuándo se vió eso?... ¿Y serás capaz de venirte sin licencia? No, señor; traigo un pase.

Esta respuesta encendió el ánimo de Muza, i lo alentó á conseguir presa tan fácil; i así, habida licencia del Califa, ordenó que el caudillo Taric con escogida caballería desembarcase en las opuestas costas andaluces, para reconocer la tierra. Con quinientos caballeros árabes i en cuatro barcos grandes pasó el estrecho de Hércules, i aportó felizmente á las marinas españolas.

Está decidido que no sirvo para pedir licencia. Otro al canto; un testaférreo; un sueldo al testaférreo; seguridades contra seguridades, fianza, depósito, licencia, en fin.

Los mancebitos, que tenían ya hecho su agosto, y su vendimia, pues habían ya robado cuatrocientos escudos de oro que llevaba su mayor, dijeron que sólo los dejase aquel día, en el cual querían ir a ver la fuente de Argales, que la comenzaban a conducir a la ciudad por grandes y espaciosos acueductos. En efecto, aunque con dolor de su ánima, les dió licencia.

Es que yo cuento me replicó Neluco , con que le basten y le sobren para atarle a Tablanca, de tal modo que se le pueda dar licencia para que se ausente del valle sin el temor de que no vuelva a él, esos entretenimientos y otros tales, si llega usted a tomarles gusto... Después, ¡qué demonio! es hasta pecado mortal decirle a un hombre del talento y de la experiencia de usted, cómo se sortean las horas sobrantes en la vida, que todos pasamos.

El canónigo pidió al cura le avisase el suceso de don Quijote, si sanaba de su locura o si proseguía en ella, y con esto tomó licencia para seguir su viaje. En fin, todos se dividieron y apartaron, quedando solos el cura y barbero, don Quijote y Panza, y el bueno de Rocinante, que a todo lo que había visto estaba con tanta paciencia como su amo.

Conque así, señora, cumplido ya lo de la reprensión y el advertimiento, que bien a mi pesar os he hecho, la medalla dadme, y con ella la licencia de que vuestras manos bese, y a cumplir la penitencia que se me ha impuesto vaya. Dijo todo esto el familiar con voz desfallecida y con ansias, y de tal manera, que para no perder algunas palabras, doña Guiomar tuvo que aguzar el oído.

El siguiente dia después de la llegada de Berenguer, asistiendo toda la nobleza de la Corte, así extranjeros como naturales, Roger de Flor, habida licencia de Andronico, se quitó el bonete, insignia de su dignidad de Megaduque, y juntamente con el sello, baston y estandarte de su oficio, le entregó á Berenguer; rehusólo, y sin duda no lo admitiera, si el Emperador resueltamente no se lo mandara.