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Actualizado: 5 de junio de 2025
Zelayeta, padre, a pesar de sus genialidades y de sus rabotadas, era hombre de tendencia progresiva; le gustaba suscribirse a los libros por entregas, sobre todo para que los leyese su hijo.
Pocos días antes del fijado para la vuelta de Perico, recibió Pilar una carta suya, que entregó a Lucía, a fin de que se la leyese.
Leía las palabras del cosmos es decir, del diccionario , evitando, con el mayor escrúpulo, que rozasen sus ojos la definición de que iban acompañadas. Leía una; en rigor, no es que la leyese; la veía, materialmente, escapándose de los pajizos folios, caminar sobre el pavimento, o volar en el aire, o diluirse nebulosamente en el techo.
El crédito que se debe dar á estos Historiadores el que leyese esta relacion puede facilmente ser juez, precediendo primero la noticia de sus caridades.
Tales reflexiones bastaron para echar agua sobre mi fervoroso entusiasmo y me acosté en la cama medianamente inquieto. Al día siguiente recibí una invitación del presidente del Casino Español, que ya me habían anunciado, para que leyese algunas de mis poesías en aquel centro recreativo. Esta fiesta o velada ya se venía tratando hacía tiempo entre mis conocidos.
Hay en sus palabras, en sus actitudes todas un atractivo que yo no he observado jamás en ninguna otra mujer... Si usted viese o leyese ahora en mi interior... ¡Huy, huy! gritó el niño, a quien yo, al parecer, con la vehemencia del discurso, estaba apretando la mano hasta deshacérsela. ¡Ay, pobrecito, perdona! dije apresurándome a acariciarle.
El clérigo tampoco los tenía, pero se los pidió a su madrina y se los entregó ruborizado. Ella los aceptó sin vergüenza alguna, como la cosa más natural. Otro día le llevó a la iglesia el paquete de cartas del novio que había tenido para que las leyese. Al día siguiente le confesó, sonriendo, que no había sido para ponérselo a una amiga que acababa de morir, sino para traerlo ella sobre el pecho.
Pon atención y oirás maravillas anunciaba á Desnoyers tirando de uno de los cuadernos. Era la historia de las bestias famosas que habían entrado en la estancia para la reproducción y mejoramiento de sus ganados; el árbol genealógico, las cartas de nobleza de todos los animales «pedigrée». Había de ser él quien leyese los papeles, pues no permitía que los tocase ni su familia.
-Vos tenéis mucha razón, amigo -dijo el cura-, mas, con todo eso, si la novela me contenta, me la habéis de dejar trasladar. -De muy buena gana -respondió el ventero. Mientras los dos esto decían, había tomado Cardenio la novela y comenzado a leer en ella; y, pareciéndole lo mismo que al cura, le rogó que la leyese de modo que todos la oyesen.
Al poco rato estaba arrepentido de esta postura excesivamente confiada. Iban á caer sobre él, aprovechándose de su lectura. Pero el orgullo le hizo permanecer inmóvil, para que no pudiesen adivinar su inquietud. Luego rió de un modo insolente, como si leyese en la ilustración germánica algo que provocaba sus burlas.
Palabra del Dia
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