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Actualizado: 24 de junio de 2025
No se dignó el tercero de tocarle con la lanza; sino que al pasar junto á él le agarró por la pierna derecha, y haciéndole dar media-vuelta, le derribó en la arena; los escuderos de los juegos acudiéron á levantarle riéndose: el quarto combatiente le coge por la pierna izquierda, y le tira del otro lado.
Pero al levantarle, recobró Frasquito, como quien resucita, el movimiento y la palabra, y asegurando no haber recibido golpe en la cabeza, que era lo más delicado, y palpándose en distintas partes del cráneo, les dijo: «Nada, nada, señores, tóquenme y no hallarán el más ligero chichón». De brazos y piernas, si al principio pareció haber salido con suerte, pues hueso roto seguramente no tenía, a poco de echar a andar cojeaba horrorosamente de la pierna izquierda, efecto, sin duda, del violento choque contra el suelo.
«¿Qué? le dijo el farmacéutico inclinándose y tratando de levantarle . ¿Se va pasando eso?... Como hace días nos quiso usted morder, cuando le quitamos el revólver, y daba mordiscos y patadas, y quería matar a todo el género humano, tuvimos que encerrarle. Justo castigo de la tontería... ¿Qué? ¿Ha perdido el uso de la palabra?
Una vez cerca de él, no se le ocurrió nada más gracioso que agarrar por detrás al infeliz preceptor, levantarle en alto y apretarle con todas sus fuerzas: «¡Suélteme, D. Juan, que me hace daño!» gritó el tiple de San Isidro medio asfixiado y pataleando. D. Juan se reía sin soltar.
Halló a Frasquito tan mejorado, que acordaron levantarle del lecho; mas al dar los primeros pasos por la habitación y pasillo, encontrose el galán con la novedad de que la pierna derecha se le había quedado un poco inválida... Esperaba, no obstante, que con la buena alimentación y el ejercicio recobraría dicho miembro su actividad y firmeza. Pronto le darían de alta.
Hombres como usted son los que deben estar allí. ¡No faltaba más que usted no subiese! Y trataban al mismo tiempo de levantarle. Mas fueron inútiles todas las instancias. Maza se empeñó en permanecer en la butaca con una insistencia orgullosa que acobardó a los que le excitaban a subir. Alvaro Peña bajó entonces por él; pero después de una brega larga tuvo que retirarse desairado.
Recibiéronle y tratáronle con tierno afecto, dándole de buena gana parte de su pobreza y regalándole con algunas frutas silvestres, que eran las delicias de más precio que tenían en aquellas miserias. Suplicáronle se quedase con ellos y no los abandonase en medio de tanta aflicción, prometiendo levantarle iglesia y casa y proveerle de lo necesario para su sustento.
Volvió entonces a su mesa para empezar sus trabajos del día; pero, no bien dió tres o cuatro pasos, no acertó a tenerse en pie, y cayó desplomado sobre la estera del suelo que cubría la estancia. Los compañeros y escribientes que allí se hallaban corrieron a levantarle. ¿Qué es esto, señor don Braulio? dijo uno. ¡Amigo González! exclamó otro. Don Braulio no respondió. Es un ataque de apoplejía.
En el mismo instante Ogenio toca en el bolsillo á Antón para advertirle que quiere ventilar la duda que le preocupa, y éste, siempre soñando con los ladrones, sobrecógese de horror, dase por muerto, quiere huir, tropieza con su mujer y cae sobre ella; apresúrase el otro á levantarle, pierde el equilibrio y da de hocicos sobre los dos caídos; acuden, al estrépito, los demás personajes; creen que aquello es una lucha, enmaráñanse para separarlos, empújanse los unos á los otros, y al cabo y al fin caen todos amontonados sobre la desdichada mujer que grita y se lamenta medio sofocada por tan enorme peso.
Quizás podrá acontecer que sin el concurso de mi voluntad se me ofrezca el mismo espectáculo; pero siempre soy libre de distraerme, corriendo por decirlo así el telon, para no ver aquella escena; así como de levantarle de nuevo cuando tenga ganas de presenciarla.
Palabra del Dia
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