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Actualizado: 13 de julio de 2025
La duquesa para decirlo de una vez, estaba plenamente convencida de que el rey necesitaba andadores. La duquesa estaba también completamente convencida de que el duque de Lerma venía á ser los andadores de Felipe III.
El escándalo había crecido. La escena tenida por el duque con su hija la condesa de Lemos aquella mañana, era nada, una cosa inocente y casi digna, comparada con la que acababa de tener con su hijo el duque de Uceda. Lerma no sabía ya dónde se encontraba. Era un buque sin timón, sin velas, sin jarcias, entregado á merced del mar é impulsado por todos los vientos. El duque no veía.
¿Por qué? me habéis sorprendido entre los dos... me habéis engañado... Ya se ve... es hermoso, parece tan noble, tan bueno... ella está sedienta de amor... ella no ha amado... el duque de Lerma es su esclavo... utilicemos esta mujer... ¡y el señor estudiante...! ¡Ah, don Francisco...! ¡don Francisco! Decid que os ha llenado de dolor la desgracia de ese hombre dijo con impaciencia Montiño.
«No olvidéis que para acabar con el duque de Lerma, y hacer comprender al rey cuán ruinoso y perjudicial es su gobierno, se necesita hacerse partidarios en las ciudades, y ninguno mejor para Sevilla que Juan de Villalpando: allí tiene hacienda, mujer y parientes, le conoce todo el mundo, y es audaz cuanto se necesita para que todos le respeten y le teman.
Sí, Felipe III ha robado á los moriscos, y quien dice Felipe III, dice el duque de Lerma. Esto es ya demasiado, demasiado dijo enteramente aturdido Lerma, que no había creído que existiese un hombre capaz de decirle de frente tan agrias verdades. A tal punto le habían llevado su envanecimiento, su privanza y la nulidad del rey. ¡Pues ya se ve que es demasiado!
Al ver acercarse á un caballero del hábito de Santiago, á quien habían oído hablar mal de su señor, porque Quevedo había levantado la voz para llamar ladrón al duque, los porteros le tuvieron, sin duda, por tan amigo de Lerma, que le dejaron franco el paso inclinándose, y sin duda también porque el caballero de Santiago se mostraba amigo del de la capilla parda, no se les ocurrió ni una palabra que decirle.
De aquí saldréis libre y favorecido: pero me habéis de hablar con verdad. Os diré cuanto sepa y más que supiere á trueque de que me amparéis, que bien he menester de amparo. Antes de ir por el cofre consabido para traerle, ¿dónde estuvísteis? En el convento, por la carta de la madre Misericordia. ¿Y luego? Fuí á casa del duque de Lerma, pero su excelencia no estaba en casa. ¿De modo, que?...
Porque es de advertir que tan enmarañada estaba la intriga alrededor de Felipe III, que no había de quién valerse con confianza para confiarle una carta para el duque de Lerma. La duquesa vió con alegría que la de Lemos, la hija querida del duque de Lerma, interesada gravemente en que aquella carta llegase sin tropiezo á su padre, era el intermediario que necesitaba.
¡Ah, me parece que voy trasluciendo! ¿Y dónde llevó doña Clara á Montiño? Callejeóle de lo lindo, largóse, y le metió en un lance de estocadas con don Rodrigo. De cuyo lance... No por cierto... contentóse con desarmarle y se fué á buscar á su tío postizo á casa del duque de Lerma. ¿Y cuándo hirió ó mató ese joven á don Rodrigo? Eso es después. ¿Y cómo sabéis vos...?
Algunos mas mancebos presos fueron Que en aqueste motin fueron culpados; Procesos contra todos se hicieron, Mas fueron sobre peine fulminados. Mosquera, y el Villalta, que huyeron A Santiago, en mal punto ya llegados, De su triste desastre dieron nueva, Y á Lerma de su intento dieron prueba. El Licenciado Lerma en este punto Entraba á gobernar en Santiago.
Palabra del Dia
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