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Actualizado: 7 de octubre de 2025


Yo quería pedirle permiso para que me consienta coger una de las botellas vacías de agua de Vichy, e ir a llenarla con agua del grifo de los laureles. Nadie me verá ni nadie notará nada. ¿Por qué no? Se lo consiento responde la hermana, sonriendo plácidamente. Sepáranse. Apolonio siente maravilloso alivio; se le ha evaporado una gran pesadumbre de encima del corazón.

En sus amorosos coloquios con D. Jaime, doña Luz desenvolvía todo su plan. Quería para él gloria, poder, influjo en la corte, y esto entreverado de una serie de idilios en Villafría, donde ella había de aguardarle, como Armida benéfica, cada vez que viniese él a reposar en sus brazos, cubierto de frescos laureles.

Hallando fácil y abundante cosecha de laureles entre las seductoras y ya seducidas, no tuvo el Conde la mala idea de extraviar a ninguna cándida e inocente doncella, o de turbar la santa paz de algún matrimonio modelo por lo bien avenido, ejemplar y amoroso.

¡Reyes de hierro, con corona esplendente cuyos laureles están manchados de sangre, los niños de vuestros reinos no cantarán romances de vuestros amores, en las floridas avenidas, cuando la primavera viste de novia a las acacias! La plazoleta de los fracasados

Acaso mañana mismo nos podremos ya dar a la vela. ¿Qué inconveniente hubiera habido en que yo, en vez de salir desdeñado, saliese alentado por el favor de una dama, señora de mis pensamientos, por sus promesas de ser mía cuando yo volviese triunfante y por el anhelo de acometer y dar cima a grandes hazañas para poner a sus pies mis laureles y mis trofeos?

Cada estación nos traía sus huéspedes y cada uno de ellos elegía el más adecuado alojamiento: los pájaros de primavera en los árboles en flor; los de otoño un poco más alto; los del invierno en la espesura, en los grupos de árboles de hoja perenne, en las encinas y en los laureles.

Pero... don Fermín se atrevió a decir Quintanar por lo mismo que soy cazador... conozco el peligro.... El árbol atrae el rayo.... Ahí arriba también hay laureles, el laurel llama la electricidad; ¡si fueran pinos menos mal! ¡pero el laurel!... ¿Qué quiere usted decir? ¿Que los parta un rayo a los otros? No ve usted que con ellos está doña Ana....

La otra pasión era de envidia, de creciente abatimiento, de rabia y de menosprecio de mismo, al considerar su obscura insignificancia, y sus ocios viles y abyectos, durante mis de cuarenta años, en los cuales se había renovado el mundo, se había revelado y más que duplicado a los ojos de las asombradas naciones europeas, y España había surgido entre ellas y se había levantado por cima de ellas, triunfante, cubierta de laureles, abriendo ancha entrada y largo camino a un porvenir de mayores glorias y conquistas.

En esa triste y yerma sepultura Entonad los cantares de la gloria, Ensalzad el martirio y la bravura Y volad en seguida á la victoria A recoger laureles inmortales, Cantando con denuedo: «Oid mortales

En el centro, en la cumbre del lienzo, se destaca una figura amable, sonriente, serena, que goza en vida de la estimacion y de la fama que la muerte concede á tan pocos: es un anciano en cuya mirada brillan juntamente el talento y la bondad con la misma fuerza, en cuya sien los laureles son tantos como las canas venerables: es el autor de Los Amantes de Teruel y de La Ley de raza y de las Fábulas y de Los Cuentos: es D. Juan Eugenio Hartzenbusch.

Palabra del Dia

crocus

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