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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Las altas cumbres son las primeras que desaparecen; después las crestas y las colinas, unas tras otras... Allí, las bujías de los candelabros fueron las primeras que se rodearon de una aureola rojiza y lanzaron rayos con todos los colores del arco iris; en seguida, todo lo que parloteaba y comía detrás de los candelabros se borró también a mis ojos.
Carleti, ronco de ira y de cansancio y cubierto de heridas de las que manaba la sangre en abundancia, volvió á bordo de su buque con los piratas que le quedaban, sin cesar de defenderse y perseguido por una docena de ingleses que se lanzaron al abordaje de la galera.
Mientras tanto, varios centenares de hembras guerreras se despojaban tranquilamente de sus uniformes, y unas en simples calzoncillos, otras completamente desnudas, se lanzaron al agua, haciendo alegres suertes de natación.
El posadero trajo la cena y una porción de botellas de vino y de sidra, y, como la caminata desde Arichulegui hasta allá les había abierto el apetito, se lanzaron sobre las viandas como fieras hambrientas. Estaban cenando, cuando llamaron a la puerta: ¿Quién va? dijo el posadero. Yo. Un amigo contestaron de fuera. ¿Quién eres tú? Ipintza, el Loco. Pasa.
Robledo, que pasaba á caballo entre los grupos, adivinó por algunas palabras sueltas la cólera que empezaba á conmoverlos. Precisamente en aquellos momentos la expedición iba desfilando ante la antigua casa de Pirovani. Las mujeres eran las que se mostraban más furiosas y lanzaron los primeros gritos agresivos mirando las ventanas del edificio. ¡Muera la Cara Pintada! ¡Muera la gran...!
Muchos dependientes de tiendas se lanzaron por aquellos escalones de piedra en busca de noticias del simpático enfermo, que padecía de un reuma agudo en la pierna derecha. Barbarita le mandó en seguida su médico, y no satisfecha con esto, ordenó a Juanito que fuese a visitarle, lo que el Delfín hizo de muy buen grado.
Volvieron el rostro al cafetín, y como personajes de tragedia, lanzaron una eterna maldición sobre la cabeza de Espantagosos, un ladrón que, al quedarse sin dinero dos hombres honrados, les echaba a la calle sin más miramientos. El humo de la falla, denso y pegajoso, les hizo toser; pero se detuvieron ante el rescoldo enorme como un brasero de gigantes.
El abad de Boán los descorrió impetuosamente, el Tuerto sacó la tranca, giró la llave en la cerradura, y clérigos y seglares se lanzaron contra la canalla sin avisar ni dar voces, con los dientes apretados, chispeantes los ojos, blandiendo látigos y esgrimiendo garrotes.
Iban aumentando considerablemente los grupos. Una banda de música, compuesta de unos cuantos italianos vecinos de Nenquen, empezó á rasgar el aire con las estridencias de sus instrumentos de metal. Inmediatamente se lanzaron á danzar algunas parejas. Don Antonio vió en esto una falta de respeto al organizador de la fiesta.
Soplaba del Sur un viento fresco, que empujaba la chalupa. Los salvajes, que advirtieron la maniobra de sus tripulantes, lanzaron rabiosos gritos que se oyeron, aunque aún lejanos, y a poco desplegaron dos pequeñas velas triangulares más, ayudándose también con los remos. ¡Ya lo decía yo! ¡Esa canalla quiere abordarnos! exclamó Van-Horn al advertir esa maniobra.
Palabra del Dia
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