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Actualizado: 16 de julio de 2025
¡Ah! ¡dichoso el que despierta y se encuentra con un ángel! dijo después de haber lanzado de sí la última influencia del sueño. ¿Y no se os ocurre disculparos? ¿De qué?... ¡ah! ¡me ha traído aquí mi corazón!... ¡soy digno de lástima!... no os enojéis, pues. ¿Estáis muy cansado?
Con grata sorpresa pude averiguar que algunas de las obras que he lanzado a la publicidad estaban agotadas y otras a punto de estarlo. Fue pasión incontrastable de mi ánimo, no esperanza de lucro o de gloria, la que me arrastró a novelar en esta edad tan poco feliz para las musas.
Ya se sabía que Antonio Cuadros se había lanzado en plena Bolsa, y aunque con timidez, hacía sus operaciones; pero cuando tuviera muchos miles de duros, ¡muchos! entonces podía volver Andresito... y veríamos. Decididamente, no quería pedir préstamos a una gente inferior, que la trataría con desdeñosa confianza al conocer sus apuros.
El joven había lanzado un voto redondo, al mismo tiempo que una cosa enorme y pesada pasó silbando como un proyectil por encima de la mesa, haciendo desaparecer la cabeza de Tono, el cual vaciló y se agarró a los tableros, doblándose sobre una rodilla.
Mervyn ganó después orgullosamente la ribera, donde la señorita Margarita golpeaba sus manos. Este encantador ejercicio se renovó muchas veces con igual éxito. Era la sexta vez que se repetía, cuando sucedió, sea que el perro partiese demasiado tarde, ó que el pañuelo fuera lanzado demasiado pronto, que Mervyn no llegó á tiempo.
Estaba segura de verlas á su placer todo el tiempo que quisiera. A los pocos días empezó á circular el rumor de que la princesa Lubimoff se casaba con el español. Ella misma había lanzado la noticia, sin cuidarse de conocer antes la voluntad de su futuro marido. Las razones con que pretendía justificar su decisión no podían ser de más peso.
En tanto los hombres de armas destinados al efecto habían lanzado dos anclas á bordo de los buques enemigos, para impedirles la retirada y las tres naves quedaron unidas por doble lazo de hierro, cabeceando pesadamente.
Sólo tuvo fuerzas para arrojarla de la casa y llorar como un niño abandonado apenas cerró la puerta. Después, la soledad completa, la monotonía del aislamiento, interrumpida por noticias que le hacían daño. Su mujer viajaba por el centro de Europa como una princesa; un millonario la había lanzado; aquella era su verdadera existencia, para aquello había nacido.
El Galeón Amarillo había abandonado las aguas del Solent y se alejaba de la costa á toda vela, cortando pesadamente las espumosas olas. En su seguimiento se habían lanzado las dos naves piratas, pintadas de negro, de corte estrecho y largo, que contrastaba con la mayor altura y rotunda forma del galeón á que daban caza. Parecían dos lobos hambrientos en seguimiento de su presa.
El doctor, que no llegó sino muy tarde a la alegre reunión, buscó por todas partes a Roberto con mirada ansiosa, sin descubrirlo. Entonces dirigiose en particular a uno de los invitados, le preguntó si lo había visto. Sí; había venido, había lanzado en su derredor miradas extrañas y feroces, luego se había esquivado en silencio cuando se le tendía la mano.
Palabra del Dia
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