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Actualizado: 16 de julio de 2025
Currito el Guapo, su más aventajado oficial, hábil como nadie en remendar y zurzir cueros y sobre todo en poner botanas, se había despedido de casa de la maestra, y se había lanzado en la vida heroica del jaque, buscando aventuras y aterrando a toda la gente pacífica de la población.
De repente se sintió asido como por unas tenazas de hierro, y lanzado dentro de un aposento. Luego se oyó la llave de una puerta, y le arrastraron á otro aposento.
La superficialidad aparente es rebuscada: el autor, sin quererlo, se olvida con frecuencia de que se ha prometido ser tan sólo un jovial a la vez que quejumbroso compañero de viaje. Al correr de la pluma, ha emitido juicios de una precisión y exactitud admirables. Otras veces ha lanzado ideas que van contra la corriente general.
Dos ó tres jornadas más allá empezaría su descenso hacia el Pacífico. «Debo estar cerca de la difunta Correa», pensó. Conocía de fama á la «difunta Correa», como todos los hijos de la tierra de Salta. Era una pobre mujer que se había lanzado á través del desierto á pie y con una criatura en los brazos.
Su corazón no podía latir más que a su lado; sus pulmones no respiraban más que el aire que ella había respirado. Iba a través del mundo como un cuerpo inerte lanzado en el vacío. Algunas veces, un resto de razón descendía a su espíritu y se decía: Soy un viejo loco. ¿Por qué me he atrevido a hablarle de amor? El amor no sienta bien a un vejestorio como yo.
Nada más despreciable, en efecto; pero no dejan por eso de surtir su efecto funesto. Por mucho que se proteste contra la infamia del procedimiento, la sospecha queda. Máximo es una prueba... Además, la de Jansien ha lanzado insinuaciones pérfidas, sin querer explicarlas. También eso es despreciable.
Baldomero alcanzó a oír la pulla y levantándose fue hacia quien la había lanzado y le dijo: Vea, Martín: estos señores están conmigo, ¿entiende? ¿Y yo qué hago? No le digo más respondió Baldomero, disponiéndose a volver a su asiento; pero al hacerlo oyó que el paisano decía como en un rezongo: ...¡Tá lindo... no va a poder hablar uno!...
Por primera vez sentia toda la solemnidad de ese acto de suprema confianza en la Providencia que presenta al hombre lanzado sobre un barco a la inmensidad del océano.... En el continente quedaba todo mi pasado, todo ese conjunto de tesoros que se llama la Patria; y en la onda agitada del abismo se levantaba la sombra vaga del porvenir.
Ellos se debatirían inútilmente por deshacer el anillo de mis tentáculos... ¡Absorberlos!... ¡comerlos!... ¡hacerlos desaparecer! Ulises la vió como el primer día, junto al templete del poeta, poseída de una cólera sorda contra los hombres, ansiando su exterminio con temblores voluptuosos. Los pulpos, terminada su digestión, se habían lanzado á nadar.
Dicho lo que antecede, olvidémonos de los chistes y de los epigramas que se han lanzado contra los juegos florales, y tomémoslos por el lado serio. Nadie negará, en primer lugar, que son una diversión inocente y barata, y no cruel y costosa como, por ejemplo, los toros.
Palabra del Dia
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