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Gracias a este encuentro, que les hizo vacilar algunos instantes, Barragán pudo abrir la puerta de la escalera y precipitarse por ella. Sus hijastros le siguieron al instante con los cuchillos abiertos y gritándole: ¡Suelta la plata, ladrón!

Nosotros nos metimos en un coche, salimos a la tardecica, una hora antes de anochecer, y llegamos a la media noche, poco más, a la siempre maldita venta de Viveros. El ventero era morisco y ladrón, que en mi vida vi perro y gato juntos con la paz que aquel día.

Y a empellones lo sacó a la calle para entregarlo a un vigilante, ¡pero cuál no sería su asombro al verse agredido a trompada limpia! Acudió el vigilante, y ladrón y changador fueron conducidos a la comisaría por "desorden en vía pública". El ladrón decía, no obstante

Una noche lo hicieron examinar en la comisaría a un coronel que estaba de visita, y que se había disfrazado de gaucho, y después de darle mil vueltas y de hacerle sacar la lengua y blanquear los ojos, dijo que era ladrón, asesino e incendiario. ¡Y sería no más, pues! ¡Hay tantos diablos que parecen santos!

Yo le he visto á usted, le he visto salir como un ladrón de la casa en que Clara estaba recogida. Usted ha entrado allí por ella, ha entrado llamado tal vez por ella. ¡Oh, no! exclamó Claudio, interrumpiéndole. Siéntese usted; hablemos con calma. No anticipe usted juicios temerarios. Yo los voy á desvanecer. Hable usted.

Yo todos los secretos de palacio dijo el bufón ; como que no hago otra cosa que ver y escuchar. Del mismo modo que he hecho que el rey vuelva á llamar á su alrededor á tus enemigos, puedo hacer que el rey los mande encerrar; y del mismo modo, duque, si quiero, puedo llevarte al patíbulo. ¡Al patíbulo! , por traidor al rey y por ladrón. ¡Ah! ¡ah! ¿y qué pruebas...?

El no llevar cuentas ni apuntar nada, no era más que la forma natural de mi generosidad sin límites. Yo dejaba que todo el mundo me robase; veía la mano del ladrón metiéndose en mi bolsillo, y me hacía la tonta... Yo he sido siempre así. ¿Es esto pecado? El Señor me lo perdonará.

El señor Macey, que era ahora un débil anciano de ochenta, y seis años que nunca se le veía sino junto al fuego y tomando el sol en el umbral de su puerta, emitía el parecer de que, cuando un hombre había procedido como Silas con la huérfana, era una señal de que su dinero reaparecería o de que por lo menos el ladrón tendría que dar cuenta de él.

¡Un revólver! gritó uno; ¡pronto un revólverAl ladron! Pero la sombra, más ágil aun, ya había montado sobre la balaustrada de ladrillo y antes que pudiesen traer una luz se precipitaba al río, dejando oir un ruido quebrado al caer en el agua.

No era muy agradable, ciertamente, verse seguido con tanta persistencia a semejante hora. Sospeché que algún vagabundo o ladrón que había pasado junto a , había notado mi distracción y olvido de lo que me rodeaba, y se había vuelto para seguirme con mala intención.